Américo Ochoa
(El Salvador, 1960). Poeta y escritor salvadoreño. Ha publicado: A la hora del sol (poesía, 1989), Equinoccio (poesía, 1992), El parnaso (novela, 1997), Círculos viciosos (poesía, 2000), Los bramidos del toro (poesía, 2010), Troncos de mar (poesía, 2014) y Ángeles (novela 2018).
Poemas de Américo Ochoa
Naves
El atardecer es mar donde mis barcos de papel
empapados de luz
despiden tintas de calamar acosado
Naves que trasbordan y desbordan el malecón del día
Barcos de papel: páginas de mis libros inéditos
de la agenda y mi libro de cuentas del taller
cruceros maravillosos de tarjetas de cumpleaños
y buques de crucigramas incompletos
cartas de mis novias lejanas y ajenas
barquitos con noticias y los muñequitos de Mafalda
naves que cargan y descargan el horóscopo/
y a los deportistas de las grandes ligas
cartas a la proa/ sección de cine en el doblés del estribor
la nariz del presidente quedó en el rompe hielo
cuando algo importante ocurre usted lo sabe.
/ Canal cuatro
Silvio busca un unicornio
la sección de cultura se destiñe fácilmente.
Oscurece y ya los barcos no se ven
el muelle enciende todas sus luces.
Un niño de aguajade
I
Había una atarraya secándose/
tendida al aire como para atrapar sonidos/
Peces de luz o las corvinas de la brisa
había pescado seco tendido en la alambrada/
el Sol subía a tumbos el tufo de morralla
alma de macarelas y sardinas.
La luz murmuraba relatos de cenizas/
de volcanes/ repaso de emisiones antiguas/
habla de sirenas calcinadas/ de cangrejos de plata
y langostas de oro fundidos en las posas
de los peces mariposas que salieron volando
hacia otros mares
mantarrayas azules
que se hicieron blancas en el vuelo de ceniza
un cangrejo-caballero pasa bajo la mesa sin mantel
y juro que brillaba
más que el oro
un perro echado en la ceniza
camufla sus ancestros de cadejo
mientras la tía gira
mundos planos de maíz en el comal.
II
Gonzalo toca mandolina frente al mar
el muelle le estalla en los ojos y lo ciega
como atracaderos en llamas en una obra de Van Gogh
con bengalas y artefactos de la China.
Al final de la canción
se destusa la estela graznidos gaviotas
hacia un mástil pescador.
Imagino barcas soldadescas de españoles
sangrando el cuello de un adolescente.
Camino sobre el ostral vacío
de mandolinas sin cuerda/ degollada
pesadumbre colgada en los horcones.
III
(A Lito que me llevó el mar)
1.
Nidia gira una galaxia verde en las pupilas
se tira del trapecio y corre/ hace ooooh! con el mareo/
la esmeralda de sus ojos vuelve a su reposo/
suelta el cardumen de la risa/ luego monta la calavera de un toro-buey nave láser
y se va/ años luz de aquí.
Al fondo
bajo el madrecacao/
descamisado/ fumándose un cigarro lento/
silba como si el mundo no fuera él/
solo el mar entre sus venas/
con su cuerpo de Nazareno pescador/
No está aquí/ es decir/ está/ pero piensa en el mar/
Lito teje una atarraya viendo los pelícanos de sal y tedio.
Arriba/ un disturbio de gaviotas altera el orden de las horas/
las hojas que caen del madre-cacao azul/
reordenan los minutos y devuelve los que sobran
al árbol del olvido.
2.
Déjame Dios morir esta tarde cerca del recuerdo
para oír los relatos del abuelo junto al fuego/
mientras al fondo
Lito teje una atarraya
y el verano le ensaña garras de brasas por la espalda.
IV
De tarde
veo a Gonzalo tocar su mandolina nuevamente
subo el andamiaje de sus sones/ hago una canoa/
una lancha/ un velero/
voy y vengo a las islas en busca de tesoros/
al recoveco de piratas/ me enfrento con buques bucaneros
naufrago/ la música me salva como balsa/
me eleva como globo y me pone en una isla.
Soy niño de añil en medio de la poza
la bahía pone el brazo sobre astiles de mangle
oigo tesituras de olas batientes
de la bocana a la ensenada/
soy antífona del cardumen y el coral/
en reverencia de la vida hacia el asombro
a lo lejos suenan otras mandolinas
y cantan otros niños árboles de añil en otras islas
a coro con el mar.
V
Entro y salgo al trajín del muelle
como a un submarino de tiempo perdido buscando la salida
veo mendigos/ buhoneras/ putas/ bravucones/
soldadescas/ vendepescados/ traficantes/ chivos/
mulateros/ travestidos/ mercachifles/
pasa un carnaval doce de diciembre/ tufo de pescados/
con máscaras de pejes
merodeando un vagón descarrilado
el sumergible dispara un torpedo
que me explota entre los ojos como bengala de sal.
VI
De tarde
Gonzalo me explica
que la música de su mandolina viene de allá
y señala rumbo al caracol
los zumbidos fibra de la rafia
aun los bramidos del toro
todo viene de aquel embudo/
forrado con rizos de coral
modulaciones de las algas
que suben sus burbujas
caricia/ sollozo
hasta el pecho de las aves
y salen como canto
a esparcirse con el viento.
VII
El aire aviva el susurro
de una ocarina antigua/ cadenciosa/
lenta anémona cantora de prodigios/
al ritmo de los sueños/ acordes
del origen de la música vital/ compás en el galope/
en latidos de la hoja/ ariete de la gota/ chicharra en eclosión
planeta camaleón en mimetismo con alquimia de la vida
y de la muerte/
que es la misma de los astros gigantes y las novas
acordes de la luz y los graznidos/
que van y vienen en espiral de bosquemangle/
concéntrico rugido de lluvia/ tormenta/
huracán con ojo girasol
rotando aspersiones en medio de la nada
bramido áspero de toro/ de bisonte/ de jaguar/
con probidad para volar y vuela/ danza/
con virtud para cantar y canta/
sobre tiempos de silencio.
VIII
Un toro careto se parece
a otro pintado a huesos
en el esbozo de una cueva primitiva que no conozco
estilizado con la añoranza/
de cuando no existía nada/
ni el golfo/
ni la fábula del niño de aguajade
nada
Antes del silbido de tejedores de atarrayas/
o la mandolina de Gonzalo
un caracol sonaba su memoria de nácar
música de esferas como perlas en su concha
como los bramidos de un toro
pintado a mano en su caverna.