Celedonio Orjuela
Celedonio Orjuela Duarte
(Colombia, 1956). Es poeta, ensayista y novelista. Ha publicado los libros Precario equilibrio, Presencias; La memoria a la orilla de los actos; Por el portón salen los ausentes; Visiones, un inventario de afectos literarios, ensayos.
Para la Cooperativa Editorial del Magisterio compiló dos volúmenes de cuentos, Mujeres y otros cuentos de riesgo y Ofrendas y tentaciones.
Dónde estará la melodía, novela. Producto de un taller que dictó por más de diez años a través de la Casa de poesía Silva, en cárceles de Colombia, publicó el libro de ensayos Sin puntos cardinales. Once pensadores desde el presidio (2011). Sobre la vejez publicó la antología poética De Vetustate. También publicó los libros Dos estancias literarias; El anarquismo está en otra parte. Colección Respirando el verano (Editorial Domingo Atrasado, 2019). Sus reflexiones sobre algunos poetas universales han aparecido en diferentes revistas nacionales y extranjeras. Fue colaborador del Magazín Dominical del diario El Espectador.
Poemas
Curador
Oculto entre las hierbas en un ángulo del mercado
transcurre la vida del curador.
Les quita el rastrojo a las hierbas que vienen de su huerta.
Su aire de selva encanta a las mujeres asiduas al mercado.
Envuelto en olores las escucha como quien narra el dolor
de la vida.
Pone emplastos a las congojas.
Ya sabe de la que pregunta por el Romero o la Menta.
La estudiante de violín siempre está asfixiada.
La aromática de Cidrón o Manzanilla que encantan a las
del edificio T
El Eucalipto que a fuego lento arde en la chimenea del
curador.
El voceador de la Caléndula.
La joven que viene a regular su menstruación con la Ruda
que el curador deja cerca de la Marihuana, porción que
lleva en los senos la señora de la botica para conciliar el
sueño.
La coca que mambea el profesor como le enseñaron los
arahuacos.
Entre amargas y dulces hierbas transcurre la vida del
curador.
Aspidistra
Se están muriendo las plantas de mi casa,
no sé qué secretos guardaban con la ausente, les hablo y
no me escuchan.
He atacado el pulgón, la hormiga, los ácaros. Les hablo, les
canto,
las consiento como tú lo hacías.
Pero no…
en cada amanecer se van muriendo, reclaman tu presencia.
Aspidistra, rebélame sus secretos,
contigo hablaba más que con las otras.
El anturio y los geranios ya murieron.
Dime qué secretos guardabas para que te quieras morir,
aspidistra.
Altillo
Aquí en este altillo
que por cierto había abandonado busco un instante más
pausado.
Un trapecio que mira hacia el vacío.
Respiración silbante de las ausencias.
El día muere, se acrecienta la orquesta
en las copas de los árboles.
Se entra, y se sale de los sonidos
en un jazz que acrecienta
la noche, intérprete que alguien dirige entre las sombras.
Una tropa de insectos se estrella
en los vidrios, bailan en bombillas drogados de veneno.
La ciudad fastidia en todas partes
obliga la permanencia.