Eduardo Zambrano
(Monterrey, Nuevo León, México, 1960). Poeta y promotor de lectura entre niños y jóvenes. En 1982 participa en el Taller Literario “Pedro Garfias” y desde entonces empieza a publicar poesía en revistas, suplementos culturales y antologías, así como a participar en encuentros literarios. En 1988 aparece su primera publicación: Del Coleccionista (Cuadernos de Praxis/Dos Filos de la Universidad de Zacatecas), con ocho títulos más, entre los últimos: El fortín del solitario (Ediciones Fósforo/Conarte, 2009), Tiempo aire (Ediciones Intempestivas, 2010), La esencia del viaje (Bonobos ediciones y UANL, 2012), Geografía interior (Ediciones Caletita, 2013). Colaboró en la traducción del libro Potrillo de Charles Wright, en Vaso Roto ediciones.
POEMAS DE EDUARDO ZAMBRANO
Zapatos
Acomodarse al tiempo
al cuerpo
a las circunstancias
a lo que venga de amor
o desamor
a los años
a las largas esperas
Avenirse a los simples
oficios
a los desvelos
a las consecuencias casi siempre
excesivas
que dejan la intimidad de la rutina
y el asombro
Reconciliarse con la ingenuidad
del niño
con la rebeldía adolescente
volver a lo que siempre y nunca fuimos
acomodarse los zapatos
abrocharlos
empezar de nuevo a caminar.
El equilibrista de Quebec
Sin miedo a tutearse con las nubes
ni a las rachas de viento frío
que sortea con solemnidad de loco
aferrado a su largo balancín.
Y empieza su camino.
Cruzar el aire de Quebec
como este equilibrista
sin más equipaje que el deseo de ventura
o desventura.
Y da otro paso.
Nada más lejano al confort.
Nada más lejano a este grupo insignificante
de turistas.
El solitario ha llevado su soledad
hacia las alturas.
Y sigue caminando por el aire de Quebec.
Para él no tiene sentido una fotografía
ni siquiera un apunte.
El abismo encantado de esta ciudad
será su única recompensa.
Sin pies ni cabeza
Hay días así.
El corazón sigue latiendo intensamente
pero no vamos a ningún lado
ni pensamos claro en lo que debemos hacer
con nuestra suerte.
Estamos apoltronados en un sofá
o arrumbados entre pensamientos inútiles
y sueños inalcanzables.
Sin pies ni cabeza no somos felices
ni infelices,
no podemos vernos
ni podemos seguir un camino,
sin pies ni cabeza las manos
se quedan hablando a solas,
hacen señas en distintas direcciones
pero seguimos sin saber qué hacer.
Son días difíciles. Semanas interminables.
A veces meses y años que pueden pasar
sin que sepamos a ciencia cierta quiénes somos.
De la naturaleza del poema
Los poemas están hechos de letras.
Las letras son partículas indivisibles.
Las letras se reúnen en palabras.
Las palabras se manifiestan en imágenes.
Las imágenes danzan.
Un oscuro ritmo las sostiene.
El ritmo es la energía que zumba entre las palabras.
El que captura ese zumbido en su cabeza
accede a las imágenes
a las palabras, al poema.
La gramática y la literatura tratan de explicar esto.
Pero la poesía es más que letras, palabras, imágenes
o ritmo.
El hombre sobrepasa la química que lo conforma.
El hombre es más que la física que lo sostiene.
Así también la poesía es más que la forma donde vive.
Así también la poesía trasciende el tiempo
donde aflora.
Periferia
Siempre viví lejos del centro:
de la galaxia y del país
del orden
de mi clase
de los círculos perfectos
de la geometría
y de las manchas urbanas.
Siempre viví un poco más allá.
Apartado incluso de mi corazón
y de mis fantasías
viví en la periferia
viví entre palabras
pero alejado de los discursos.
Siempre viví lejos del centro:
a veces no se vive bien
ni se sabe mucho de las cosas
pero la belleza está ahí
entre piedras y pedradas
uno sigue su camino.