Javier Gallego
Javier Gallego “Crudo” (Madrid, 1975), periodista, escritor y músico.
Ha publicado los poemarios “El grito en el cielo” (2016) y “Abolición de la pena de muerte” (2013), el libro de artículos de opinión “Lo llevamos crudo” (2012), poemas en la antología “La encrucijada” (2014), cuentos en las recopilaciones “Trelatos” (2002) y “Simpatía por el relato” (2011) y ensayo breve en las obras periodísticas “Relaxing café con leche” (2014) y “Reaccionados” (2015).
Es el creador y director del programa radiofónico de agitación cultural, social y política, Carne Cruda, el primero en España financiado por sus oyentes, galardonado con el Premio Ondas al mejor programa de radio español de 2012. Por sus obras de ficción para radio ha recibido Mención Especial en el Prix Italia de 2002 y en la Bienal de México de 2004.
Es colaborador de eldiario.es, Las Mañanas de Cuatro y las revistas La Marea Yorokobu. Ha presentado programas de actualidad y entretenimiento en TVE, RNE1, Radio 3, la SER y M80 y ha sido guionista de “Caiga quien Caiga” en La Sexta. Además, es baterista y compositor en el grupo de música instrumental Forastero, con el que ha editado “El submarinista en el tejado” (2016) y tiene otros cuatro discos con anteriores formaciones.
Video
https://youtu.be/ajERrByU4oA
https://youtu.be/nz3xSkJE1jw
https://youtu.be/3iB5GhR-Ong
https://youtu.be/03bPbxxQVF4
https://youtu.be/cl8GxZ1xmR0Audio
Poemas
“ABOLICIÓN DE LA PENA DE MUERTE” (2013)
RESUMIENDO
Se está levantando un viento de la cama
y fabrica experimentos de día.
Se están desmoronando algunas tardes
y no encuentran alivio en mis palabras.
Se está sumiendo un mar en su amargura
y lleva escrito un hundimiento en cada ola.
Se están precipitando las tragedias
y ocurre antes de tiempo tu cintura
en el paseo ensimismado de mi boca.
Duele enteramente el cielo
en el alba de tus senos transparentes
y resumiendo,
sucede más o menos lo de siempre:
canta un gallo sin mañana, yo me extraño
de tener el mismo nombre
y te estremeces,
crepita una montaña
pero no vomita
su catástrofe y sopla
el desaliento entre los hombres,
sufre tu cuerpo y el mío
se consuela con amarte.
Y resumiendo… no es bastante.
“EL GRITO EN EL CIELO” (2016)
ELEGÍA DE DETROIT
detroit tirita
como un millón de inviernos
como un hospital de yonquis
como un vendaval de pobres
porque detroit se ha quedado
tirado en las calles de detroit
donde no queda un alma
sólo cáscaras humanas
hinchadas por la ventisca
que les azota las entrañas
y les desquicia las ventanas
con un frío de hipoteca
y un aliento de autopsia
detroit busca a detroit
en los contenedores de basura
para tener algo que llevarse
a la boca y encuentra a detroit
en cada fruta podrida
detroit se come las uñas
para matar el hambre
y el hambre mata a detroit
clavándole las suyas en la tripa
detroit se come sus manos
para no ver cómo le tiemblan
por el temporal de nieve y deudas
y la borrachera eterna
en la que detroit muere
infinitas veces y ninguna resucita
detroit tiene todas las muertes
pero no le queda vida
detroit vomita por los rincones
mendigos ateridos alcohólicos
enfermos cadavéricos adictos
chulos violadores asesinos
camellos putas y chaperos
que se le pegan a la piel
y le brotan como el sudor
porque la suciedad de detroit
le sale a detroit de dentro
detroit duerme
bajo los cartones de detroit
bajo los periódicos de detroit
que cerraron hace milenios
después de publicar que detroit
estaba desapareciendo
en un hiroshima silencioso
de divisas y stock options
detroit se está borrando del mapa
como una mancha de humedad
en la pared del capitalismo
una mancha que hay que limpiar
de la camisa
de los domingos unidos de américa
detroit tose la sangre de detroit
en un sudario
porque detroit lleva un chernóbil
en los pulmones lleva una cajetilla
de tumores lleva una pistola
de desahucios lleva una jeringa
de suicidios con la que las madres
de detroit chutan queroseno a sus hijos
que explotan como pozos de gas
con una llamarada azul hielo.
NOSOTROS
Nosotros
que nos creíamos águilas imperiales con alas de plumas resplandecientes,
desplegadas como aviones planeadores, para un vuelo sin motor
estratosférico, que sería la envidia de las nubes, y que soñábamos
con ascender más rápido aún que los cohetes, por encima del polvo
y de la fiebre, más allá de planetas y satélites, hasta donde la nada
se pierde y todo comienza a suceder.
Nosotros
que queríamos llegar a la altura de los dioses
para retarles a duelo y proclamarnos inmortales
frente a la eternidad.
Nosotros
que íbamos a ser los primeros en saltar el horizonte
con la gracia de un vallista, correr más veloces que el futuro
y llegar al porvenir por delante del presente, que pensábamos atravesar los límites del límite sin encontrar nunca un final
y veríamos amanecer antes que el sol y alcanzar todos los sueños.
Nosotros
que veníamos a cumplir las promesas incumplidas
y a dar a nuestros genes una segunda oportunidad.
Nosotros
que estábamos destinados a borrar la incertidumbre
de los calendarios y los fracasos del álbum de fotos familiar
porque podíamos cambiar la dirección del viento, el curso
de los ríos y el sentido de las agujas del reloj.
Nosotros
que éramos jóvenes e invencibles como los héroes de un mural.
Nosotros.
Nosotros
que estábamos en la flor de la vida
cuando se declaró en instancias superiores
un invierno permanente que nos heló la sangre
y se nos cayeron las hojas como mechones de pelo
y se endureció tanto la tierra y dolía tanto el aire
que se nos pudrió el tallo y la carne se nos marchitó.
Nosotros
que fuimos mansos porque íbamos a heredar la tierra
y pobres de espíritu porque nuestro era el reino de los cielos
y no sentimos hambre ni sed de justicia
hasta que tuvimos que dar de comer a la tenia
del presidente y saciar el hígado de un inversor.
Nosotros
que nos creíamos invencibles hasta que fuimos derrotados
en una oficina del paro, eternos hasta que firmamos
el primer contrato temporal.
Nosotros
que hemos sido desterrados de nuestras casas y llamamos
hogar a la zona de tránsito, hotel al albergue y restaurante
al comedor social.
Nosotros
que teníamos todas las puertas abiertas
pero acabamos arrojándonos por el balcón.
Nosotros
que somos sombras de lo que nunca fuimos,
que ni un solo día hemos sido héroes, que no volveremos
a ser jóvenes, que no volveremos del destierro, que no.
Nosotros
que habitamos en el corazón de los desiertos.



















