Mattia Tarantino

(Nápoles, 2001) co-director de Inverso – Revista de poesía y forma parte del equipo editorial de Atelier. Colabora con numerosas revistas, en Italia y en el extranjero, entre ellas Buenos Aires Poetry. Sus versos han sido traducidos a más de diez idiomas. Ha publicado L’età dell’uva (2021), Fiori estinti (2019), Tra l’angelo e la sillaba (2017); traducido Verso Carcassonne(2022), de Juan Arabia y Poema della fine (2020), de Vasilisk Gnedov.
POEMAS
QUISIERA VER EL CIELO
Quisiera ver el cielo, pero las estrellas
me abren la sangre y perturban
los versos en boca de los muertos:
esta noche mi madre no participa
del pan que se divide, no permite
ni risas ni oraciones, invierte
todos los nombres y los ignora;
esta noche mi padre no recuerda
cuántas veces ha adivinado, cuántas veces
la palabra le ha cortado la palabra.
Esta noche tomo la aguja y coso
mis ojos a los ojos de mi madre, tomo
un pequeño cuchillo y vacío
mis huesos en los huesos de mi padre.
Me gustaría ver el cielo, pero las estrellas
las tengo entre los dientes y lastiman.
VORREI GUARDARE IL CIELO
Vorrei guardare il cielo, ma le stelle
mi aprono il sangue e disturbano
i versi in bocca ai morti:
stanotte mia madre non partecipa
al pane che si spezza, non consente
né risate né preghiere, capovolge
tutti i nomi e li scavalca;
stanotte mio padre non ricorda
quante volte ha indovinato, quante volte
la parola gli ha mozzato la parola.
Stanotte prendo l´ago e cucio
i miei occhi agli occhi di mia madre, prendo
un piccolo coltello e svuoto
le mie ossa nelle ossa di mio padre.
Vorrei guardare il cielo, ma le stelle
le ho tra i denti e fanno male.
LOS POETAS
Somos felices si rompemos las estrellas,
si excavamos en el pan que vuelve
al trigo, porque cada
verso está manchado con tierra.
Los poetas existen en el vino,
en la sangre y en las sílabas: tienen huesos
de uvas, y los niños los pisotean.
Cuando vine al mundo ordené
a los truenos desprenderse a mi grito;
ahora imploro
que al menos la semilla se salve.
I POETI
Siamo allegri se spezziamo le stelle,
se scaviamo nel pane tornando
al frumento, perché ogni
verso è sporco di terra.
I poeti esistono nel vino,
nel sangue e nelle sillabe: hanno ossa
di uva, e i bambini le pestano.
Quando venni al mondo ordinai
ai tuoni di scheggiarsi al mio urlo;
ora imploro
che almeno un chicco si salvi.


















