Yarley García
(Bogotá, 1985). Comunicadora social y periodista de la Universidad externado de Colombia y estudiante de la maestría en comunicación política de la misma universidad. Ha escrito crónicas y reportajes para diversos medios nacionales. Su crónica, el toque de Queda fue publicada en el libro Nosotros no Iniciamos El Fuego. Recientemente participó en la antología de cartas, La Urgencia del Consuelo.
Poemas
RESIDENCIA EN EL INSTANTE
¿Acaso recuerdas que había antes de la tristeza?
¿Puedes pensar como era todo cuando aún creías en algo?
¿Puedes recordar tu risa, tan claramente, como el sabor de tus lágrimas?
Permaneciste continuamente en un instante.
Te quedaste atrapado en él, repasándolo, viendo todos los detalles.
Haces torpes intentos de pensar en la vida,
antes del instante que ahora te posee.
Pero no entiendes, no llegas a ninguna conclusión,
y quieres soltar ese instante, pero es en vano.
Solo la poesía de la vida, su registro e inventario,
hace que sigas adelante,
porque ya sabes que con las plumas arrancadas,
también se puede volar.
CONJURANDO EL SUEÑO PROFUNDO
Yo, que odio las multitudes,
por miedo a que descubran que jamás finjo.
Que sonrió siempre,
para no contar llorando los motivos de mi tristeza.
Que desconozco el sueño profundo,
porque convivo con muchos miedos.
Y aunque me acostumbré con los años,
no dudo que si me descuido me matarían.
Yo, que escribo para no morir ahogada
en el mar turbulento que me habita
Que he dado mucho amor siempre,
pero, por una razón que desconozco,
he dejado a muy pocos entrar a mi pecho,
debo confesar:
que en tus ojos marrones y simples
he descubierto al fin la paz y los colores;
que, aunque permanecía en la luna,
ahora prefiero estar en tierra y contemplarte,
porque no sabía que deseaba algo más
antes de descubrirme entre tus brazos.
Eres un milagro que no me pertenece.
Que no pedí.
Eres un regalo que no sé cómo conservar, intacto entre mis escombros.
Por eso te he dejado abiertas las puertas de mi ciudad,
devastada y en reconstrucción.
Para verte ir y volver.
Observarte como me gusta.
A mi lado y sobre mí.
Escucharte con atención.
Y dejarme ser entre tu fuego.
Me reconozco frágil en tu espejo.
Y es la primera vez que no me importa.
Te amo y lo sabes.
Te amo y quería escribirlo
Aunque quizás, una vez, salgas corriendo.
SOBRE CASTILLOS, MONSTRUOS Y BAILARINAS.
Yo era la niña que bailaba en tu castillo.
Nunca aparté mis ojos de tu mirada.
Tan dulce y tan mía.
Yo adornaba tu mundo.
Y tú, sabiéndolo, o no, sostenías mi vida.
Yo era la niña que bailaba en tu castillo.
Hasta que me sangraron los pies.
Solo entonces miré llorando al suelo y lo supe:
Mi danza grácil y amorosa
sucedía en un piso de huesos, cabellos, sangre, dolor y miseria.
Tu castillo era una mazmorra putrefacta.
Y tú la bestia que me veía con amor y desenfado.
Traté de mantener la cordura,
no grité, jamás aprendí a hacerlo,
vivía segura en tu amor.
¿Aunque cómo podría un monstruo amar a alguien?
En silencio.
Ante tu mirada triste.
Construí una balsa de huesos amarrada con cabellos de mujer.
Me alejé, navegando sobre almas muertas, entre los ríos de aquella sangre,
que me pertenecía, aunque no tenía heridas expuestas.
No hiciste nada,
sólo me viste partir.
No dije nada mientras me alejaba,
me costaba respirar,
ni siquiera estoy segura de estar viva.
Aunque ahora lo entiendo todo,
y sé que soy libre,
jamás volví a bailar.
LOS NIÑOS DE NADIE
Despídete niño de los árboles del monte
que no saben cómo te llamas,
del pasto que pisas mientras huyes,
de la nada que se traga tus gritos,
del perro que adiestraron para cazarte.
Cierra los ojos niñito olvidado
recuerda los tiempos en que mirabas el cielo claro,
sonriendo en tu pobreza
mientras el poder ignoraba que naciste.
Para de gritar hijito de otro,
aunque tus vecinos te oigan,
se harán los sordos.
Deja descansar tu humanidad
en los brazos de la muerte
que no te amó más que tu madre
pero que te recibirá de manos de tu verdugo
mientras sus hijos
esperan calientes y seguros en alguna casa.
FRAGILIDADES
Quizás mi fragilidad consistió sobre todo
En el coraje y la necedad de quererte contra todo:
Contra ti, contra ellos, contra ella, contra mí.
En verte irte y venir de hurtadillas
En leerte tan perdido y falto de toda certeza,
Respirando siempre hojas secas, nostalgias, dolores y soledades,
En conformarme y callar.
Quizás mi fragilidad no fue quebrarme ni diluirme,
Si no la mala estrategia de abrirte de par en par las puertas de mi fortaleza,
Para que pusieras un sitio de entorchas,
Como los cobardes que acaban todo a su paso,
Aun cuando no encuentran resistencia.
Tu fuerza fue ser un cobarde,
Ver con ojos de horror todo lo bello,
Con intenciones de esclavitud todo lo libre,
Siempre calculador mientras te pretendes firme y seguro
en tus arenas movedizas,
Con la frialdad del que miente mientras ve a los ojos
Sintiéndose el ganador de nada,
Mientras lo ignora todo desde su trono.
Mi fragilidad fue caminar frente a ti, a tu lado y en tu sombra,
Vestida de mí, sin pudores ni remordimientos.
Tu fuerza es andar desnudo, orgulloso en la falsedad de tus modestias
Mientras tus multitudes halagan la nada que te adorna.


















