Ana López Hurtado
Bogotá, 1993. Poeta e investigadora social. Actualmente es candidata doctoral en el Instituto Lozano Long de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Texas en Austin, donde investiga las relaciones y tensiones entre cuidado, trabajo y afectos en el contexto social del trabajo doméstico remunerado en Colombia. Tiene una maestría en Literaturas y Culturas Europeas, Latinoamericanas y Comparadas de la Universidad de Cambridge; una especialización en Epistemologías del Sur del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) y un pregrado en estudios literarios de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, donde hizo estudios complementarios en gestión editorial y un énfasis en creación literaria.
Su primer libro de poesía, Aquí donde tiemblo, fue publicado en 2021 por Sincronía Casa Editorial. También forma parte de la antología Como la flor. Voces de la poesía cuir colombiana contemporánea, publicada en 2021 por Editorial Planeta, y Cielo desnudo, una recopilación digital de poesía latinoamericana contemporánea activa entre 2020 y 2022. Su trabajo poético y crítico aparece en revistas y fanzines como La Trenza, Río Grande Review, Círculo de poesía, El Hipogrifo y Revista Portal, entre otras.
Poemas de Ana López Hurtado
dos mil veintitrés
dejaré de decir yo
diré ella
a ver si me desdibujo
diré elle
para indicar que encuerpo la totalidad
o soy la nada
ella despierta al medio día con la cabeza pesada
apaga dos alarmas
tres
golpea el reloj despertador
busca reparar
reorganizar
regular
su ritmo circadiano
pero falla
elle no desayuna
intenta almorzar temprano
pero el tiempo se le va
maldiciendo a Elon Musk
pensando en islas calcinadas
imaginando cómo ha de implosionar
el organismo de un millonario sometido
a trescientos ochenta atmósferas de presión submarina
todo duele y es un tanto risible desde los ángulos correctos
ella recrimina su moral
ve que es tarde y pide un pollo frito
porque olvidó descongelar
el cuerpo inerte que alguna vez expandió sus branquias en aguas
de temperaturas que oscilan entre los cero y treinta grados centígrados
recrimina su costumbre de ingerir otros animales
piensa en salir a tomar el sol
el papá de su amiga tiene depresión
y dice que asolearse a medio día repara
reorganiza
regula
el ritmo circadiano
pero elle tiene frío y afuera la lluvia se insinúa
el sol no asoma
agarra un libro que le habla a las ballenas como ancestras
agarra un libro de una mujer disuelta en cucaracha
agarra un libro sobre una tángara que migra de Nueva York a Bogotá
voy a leer
se dice
apila los tres bloques de papel
se prepara para usar sabiamente
el tiempo que tarda un pollo en freírse
empacarse y movilizarse
en una bicicleta motorizada
una máquina impulsada por un cuerpo cansado
y quizá hambriento
un cuerpo sin prestaciones de ley ni seguro médico garantizado
un cuerpo que promete transportar el pollo frito
mantenerlo calentito cual mamá gallina
y asegurar que no se moje
no se estropee
no se resfríe
con esa lluvia insinuada que la tiene a
ella aún entre las cobijas
apilando libros que no lee porque el día se le consume
maldiciendo a Elon Musk
viendo tutoriales de maquillaje
preguntándole a Google
si es posible que el ébola brote en un desierto en Nevada
e imaginando cómo ha de reventar el organismo de
un millonario que tose sangre sobre la tierrapolvoceniza
y busca a Dios quemando ídolos de doce metros
un millonario embarrado en
ketamina
cocaína
metanfetamina
fango alcalino que crece después de una tormenta
fango alcalino que deshidrata y quebranta el cuero humano
fango alcalino que invoca volcanes extintos
reclama parajes oceánicos
recordando su humedad antigua
e ingiere ciudades fugaces
efigies de madera
millonarios tristes que financian bombas para extinguir pueblos milenarios
millonarios tristes que exudan cien mil toneladas de dióxido de carbono
a una atmósfera en asfixia
a quince mil doscientos cuerpos
aún calientes
con residuos de fósforo blanco
donde la piel se aferra al hueso
a cien ballenas piloto que ejercen un suicidio colectivo en alguna playa australiana
a quince orcas que se organizan para hundir yates
a cinco mil quinientos niños y niñas que huyen del fuego abierto
se limpian las cenizas del rostro
lloran al padre
lloran a la madre
buscan un olivo que les brinde sombra
encuentran la muerte que se repliega
antigua
en palabra que el genocida olvida haber padecido
a cincuenta mil glaciares que se diluyen
a una selva que pierde uno punto seis millones de árboles diarios y sangra en su sofoco
a una ella
o elle
a un yo que se recoge lleno de miedo
esperando pollo frito en días lluviosos
un yo que insiste en borrarse
acudiendo a la tercera persona del singular
para desentenderse de sus dolores más nimios
y los más grandes que se acumulan en un celular
e impiden
cocinar
leer
reparar
reorganizar
regular
el ritmo circadiano de nadie
Bosque
que no hay diferencia
entre los límites de un bosque
y los poros de mi piel
que mis lágrimas y orines
alguna vez fueron un río
y pronto serán lluvia
que las bacterias de mi tripa
navegan mi bilis
como yo recorro el concreto y el esmog
eso lo sé
lo he sentido
me he desbordado ya más allá de mí
el problema es que ahora me contraje demasiado
y día a día ardo mucho para adentro
me repito bien seguido
como yo, se siente el bosque cuando arde
no todo es fruto, humedad, abundancia y victoria
toda palpitación depende de una que otra crisis o ruptura
un organismo solo se renueva cuando lo invade una nueva muerte
así encuentra remedio mi excesiva contracción
solo entonces se me alivia la bilis
solo entonces me regresa el sosiego
Estratocúmulo
besarte como se sueña una nube
levedad glacial
condensa el llanto
aniquila ensueño en palabra
no dicha
borrarme lagrimal marchito
sed de ti
o sequía callada
que añora lluvia
hace días que no hay agua.
grieta en terruño
me rajo toda al cielo abierto
y te busco nube más acá del sueño
azul extinto en fuego
aluvión desvanecido
evaporación certera
y cúmulo de nada
que se forma en espejismo
mi ojo encandilado surca el éter buscando tu rastro
ya ni la promesa queda
Materia
todo lo que se rompe
tiene un nombre
diluido
a veces
se riega inagotable
grieta a grieta en
desarraigo
da vueltas por la boca
asfixia la lengua
protruye
desgajado
en lo que señala el dolor
tengo un nombre caduco
que hace ruido en un idioma
hace tiempo agotado
me palpo en
el silencio
y siento el tacto de la luz
todo lo que hace ruido
tiene un nombre
y todo lo que calla me
ilumina más allá del cuerpo
y la palabra
se concentra en el acto contenido
de mi respiración