Clara Schoenborn
Nacida en Cali en 1957, es poeta con doble nacionalidad, colombo-alemana, graduada en Economía con Diplomado en Gerencia.
Finalista IV Concurso Red de Bibliotecas Públicas 2009. Ganadora Gran premio edición, 27 Encuentro de mujeres poetas colombianas. Roldanillo 2011. Finalista Premio Carmen Conde de poesía Ediciones Torremozas, Madrid 2012. Mención de Honor Concurso de poesía de los objetos, Casa de Poesía Silva, Bogotá 2012. Sus libros publicados son: Búsquedas y encuentros. 2011. Los oficios en clave de Atenea. 2011. El amor es mi último veneno. Edición virtual, 2012.Los oficios en clave de Atenea. Versión ampliada, 2013.
Poemas
Mapa de patria
Hay un lugar en medio de tres selvas
donde en un río crece la saliva.
Ahí, al amanecer, los tigres se desdoblan,
se arrepiente la tierra de mi patria,
el hielo incomprendido baja por los hielos,
cae sobre hombres sin metal
esos que viajan con hambre y callados.
Hay tres valles -digo mal- mil estaciones
y en ellas es mejor no alargar la mano,
apuntalar en cambio misioneros, no dejarse ver,
porque las cosas no son redondas por aquí,
todo está hecho de puntas incontinentes.
Hay un orificio muy pequeño debajo de una palma,
donde va a parar todo el silencio que se teme,
y alguna gota de sangre, de esas que nadie ve,
mucho menos el propio asesinado.
Nombraré estos lugares para que ustedes vengan a leer
pero nunca saldré a mostrarles dónde quedan
porque hoy nacieron mil seiscientos niños
y la luz, alumbrando o dejando atrás
su último esfuerzo de alumbrar
intercambió con ellos un milisegundo
Desde la herida
No sé para qué soy anciana,
la vida no alcanza para tanto.
Moriré
y nadie me habrá preguntado nada.
Todos seguirán amarrados a su astucia,
ignorantes como el primer día.
De qué ha servido ver pasar el tiempo,
edificarme en mí misma condenada
y cada mañana inventar la tarde,
luego inventar la noche
y después la existencia entera;
mirar caer las paredes a la hora exacta,
cuando el anunciado ataque reverdece:
no haber sido capaz de salvar niños ni ejércitos;
haber tolerado tanto el saludo como la despedida
mientras esperaba todos los días
la cena a las seis de la tarde.
De qué me sirve haber envejecido,
ser esta carne dorada bajo un viñedo,
entre esta gente que descuida el atardecer,
tocar su sangre oscura mientras me empujan
y reaparecer ciega, fea y maldita.
¿Para qué decirles algo?
¿Para qué mirarlos?
El jamás los transporta,
el nunca los indaga
y ahora veo tan claro sus visiones
y las mías buscan un nombre
aunque no sé para qué,
ni para quién.
Otro poema a la luna llena
Durante el día sigue tras de mí la luna llena.
Me aclara el cielo, me tuerce las esquinas
y las transforma en maravillosas preguntas.
Más allá, las aguas de una fuente
me sorprenden con todas las respuestas.
Mi luna llena me lleva sobre sí – alucinada-
me convence que todo es un problema de amor,
de encontrar unas semillas mágicas
que hagan crecer una planta de habichuelas
hasta donde gigantes ebrios acechan.
Me pongo a trepar para llegar bien abajo
donde me hace suya el mundo y la sabiduría.
Por los atajos, con esta luna llena que me llena
pero que nunca me ha mirado y eso está bien,
por eso muy pronto empezará a menguar
y yo a correr…a correr.
Viajes
Para llegar a mí misma
primero me quitaré las partes que soy.
Simple como un sol
recobraré mi debilidad.
Me iré hacia otros,
me poblarán sus voces,
la temperatura de sus partos.
Habré muerto como nunca
hacia afuera -derramada-
para nacer como nunca
de lo perdido -de un escape.
Una flor cree que es una flor
pero todo lo que hay en ella
es una flor.
Bienvenida
Cómo es hacer agua sin creencia,
-habitante sin epístolas-
cercano tú, tan invisible.
Cómo es rozarte con un nombre
sin aprender jamás.
En la mano una pirueta blanca,
algo humano con rumbo sur
y en los ojos las entrañas
transparentes –legítimas.