Cristina Campo

Heterónimo de Vittoria Maria Angelica Marcella Cristina Guerrini (Bolonia, 29 de abril de 1923-Roma, 10 de enero de 1977), fue una poeta, ensayista y traductora italiana. Publicó bajo los seudónimos de Puccio Quaratesi, Bernardo Trevisano, Giusto Cabianca y Benedetto P. d’Angelo. Su obra publicada en vida consiste en un conjunto de poemas escritos durante su juventud —Paso de adiós, 1956—, y traducciones de Simone Weil y Hugo von Hofmannsthal —sus autores predilectos—, Katherine Mansfield, Virginia Woolf, John Donne, William Carlos Williams y Héctor Murena, entre otros.
Hija del músico y compositor Guido Guerrini y Emilia Putti, nació en Bolonia y creció en Florencia. Debido a una malformación cardíaca congénita, que siempre debilitó su salud, Cristina creció aislada de sus compañeros y no pudo seguir los estudios escolares regulares. Comenzó a asistir al salón de Anna Banti en Florencia. Colaboró con varias publicaciones, entre ellas Paragone, Conoscenza religiosa y Questo e altro, y también inició la columna «Posta letteraria» en Corriere dell’Adda con Gianfranco Draghi.
En 1955 se mudó a Roma, lo que marcó un cambio importante en su vida. En 1956 publicó una colección de poesía Passo d’addio. De 1956 a 1961 escribió varios guiones para el sistema de radio nacional italiano RAI. En Roma conoció a Elémire Zolla y fue una de las fundadoras de Una Voce, que se oponía a los cambios litúrgicos introducidos en la Iglesia católica por el Concilio Vaticano II. Su madre murió en 1964 y su padre murió al año siguiente. Quedó tan perturbada por estos hechos que abandonó su casa y se mudó primero a una pensión y luego, en 1968, a un apartamento cerca de la abadía benedictina de Sant’Anselmo en Roma. Murió de un ataque al corazón a la edad de 53 años.
Su poesía y traducciones fueron recopiladas posteriormente en La tigre assenza, publicada por primera vez en 1991. En 2020, el Nexus Institute publicó «The Unforgivables», una traducción al inglés del ensayo de Campo «Gli imperdonabili» de Will Schutt. En 2021, se publicó una traducción anotada de «Gli imperdonabili» de Nicola Masciandaro y Andrea di Serego Alighieri en Glossator 11, Practice and Theory of the Commentary, un volumen bilingüe dedicado íntegramente a la obra de la poeta. En 2024, sus colecciones de ensayos Fairy Tale and Mystery (1962) y The Flute and the Carpet (1971) se reunieron en un solo volumen en traducción al inglés publicado por New York Review Books.

Cristina Campo: «Dos mundos —y yo vengo del otro»
Por Zingonia Zingone
La poesía tiene sendas misteriosas, con cimas y abismos, selvas oscuras y relámpagos repentinos. También tiene en sus manos el hilo que nos conduce fuera del laberinto de la vacuidad; un hilo sutil y afilado, que zurce heridas y teje afinidades en insospechados tapices de amistad. Fue así como un día, guiada por el hilo preciso y tenso de la poesía de Alejandra Pizarnik, encontré el pensamiento y la obra de Cristina Campo, una de las figuras más refinadas, retraídas, enigmáticas, contradictorias y por ello inclasificables del panorama literario italiano del siglo xx.
Campo —su verdadero nombre era Vittoria Guerrini— fue una poeta, ensayista y traductora cuya pluma da testimonio de «la belleza de doble filo, la delicada / la letal», con un estilo de escritura elevado y elegante, «perfecto y denso», en palabras de su compañero, el filósofo Elémire Zolla. Fue una ermitaña, escribió un sinnúmero de cartas, publicó un solo libro de poesía: Passo d’addio (Vanni Scheiwiller, 1956) y dos de prosa: Fiaba e mistero (Vallecchi, 1962) e Il flauto e il tappeto (Rusconi, 1971). Nunca escribió ni relatos ni novelas, pero sus «Cosas Escritas» —como las llamaba el poeta y filósofo Guido Ceronetti— tienen el vicio de la perfección. De hecho, la búsqueda obsesiva de la perfección es el elemento que mejor caracteriza la obra de esta poeta.
Vittoria Guerrini nació en Bolonia en 1923, en el seno de una familia culta y burguesa, con una malformación cardíaca congénita que marcaría toda su vida. Vivió en Florencia hasta 1955 y más tarde en Roma, hasta su muerte en 1977. Tuvo relaciones intensas con exponentes del mundo intelectual italiano, como el germanista Leone Traverso, el poeta Mario Luzi, y Zolla, con quien compartió la última etapa de su vida. No se casó nunca ni tuvo hijos: «No tener ataduras, no pertenecer: esa es la condición de la libertad».
Su libertad fue nutrida en la soledad que su padecimiento le impuso desde la infancia. Por su frágil condición no asistió a la escuela y se formó bajo la guía de profesores particulares. La amplia biblioteca de su padre era su patio de juego: pasó rápidamente de los cuentos de hadas —en particular de Hofsmannsthal, autor que amará y estudiará con pasión— a la Biblia y los clásicos de la literatura en francés, alemán, inglés y español. Así, la poeta desarrolló muy temprano un gusto literario bien definido, refinado y riguroso. Uno que la haría libre.
Fue libre, por ejemplo, de firmar sus trabajos con heterónimos —Puccio Quaratesi, Bernardo Trevisano, Benedetto P. D’Angelo, Giusto Cabianca, Federica Di Palma y, su favorito, Cristina Campo—. Libre de rechazar el papel del intelectual y de huir del mundo de la cultura italiana, impregnado de marxismo y psicoanálisis. Libre de decir de sí misma: «escribió poco y le hubiera gustado escribir menos», haciendo hincapié en la responsabilidad ética y estética de la escritura. Libre siempre de buscar la perfección desde la sombra.
A pesar de esta postura, o quizás gracias a ella, Campo desempeñó un rol cultural muy importante. Lo hizo con traducciones, introducciones, prólogos, promoviendo ideas y tradiciones, así como la publicación de importantes escritores. Su conocimiento de idiomas le permitió traducir obras de una serie de autores afines a su sensibilidad, como Bengt von Törne, Emily Dickinson, Eduard Mörike, Hugo von Hofsmannsthal, Katherine Mansfield, Virginia Woolf, John Donne, Simone Weil, San Juan de la Cruz y William Carlos Williams (junto con Vittorio Sereni).
Sus traducciones reflejan su búsqueda de la perfección. Pero más importante, Campo se apropia de la obra que traduce de manera carnal y visceral para ver renacer en italiano el espíritu que anima el texto original. De acuerdo con el filósofo Amedeo Anelli, su vínculo con la traducción y sus máscaras es un ritual que se convierte, al fin y al cabo, en una respuesta a sus necesidades espirituales.
No podemos ignorar su sed espiritual, aquella que la llevaría en los últimos años de su vida al extremo de impulsar en la Iglesia Católica la recuperación del rito tridentino en latín, y de identificar la belleza solo con el aliento icónico de la liturgia bizantina. Sin embargo, desde mucho antes de su conversión religiosa, a partir de su encuentro con Zolla, Campo vivía la escritura como mística: volcada hacia el silencio donde el misterio se revela, en una lucha por alcanzar la forma, o sea, la sustancia ideal, a la manera de Simone Weil. En esa búsqueda, pasó de las fábulas a la poesía, para llegar a lo que consideraba la forma suprema: la liturgia del rito cristiano, donde el tiempo del hombre está marcado por salmos —poemas en forma de oración.
El género de la fábula es para Campo un área de estudio y reflexión importante porque une mito, fe y misterio. En toda fábula, el protagonista debe cumplir un salto de fe para salir de las premisas que lo aprisionan y empujan hacia el abismo. Se trata del mismo salto de los mártires y los locos: una fe ciega en algo ajeno a la lógica del mundo, cercano a la manera de Campo de estar en el mundo sin ser del mundo. «Dos mundos —y yo vengo del otro», escribió.
Su colaboración con importantes revistas literarias sacó a la luz su extraordinaria capacidad crítica, expresada en ensayos que son obras maestras; formas de literatura absoluta, vertical, que presuponen un lector capaz de profundizar en el texto y entender las referencias. Aunque Ceronetti no lo consideraba necesario: «La primera gran virtud de estas Cosas Escritas es ser, entre infinitas mediocridades fáciles de definir, una flor indefinible e inclasificable”. Son ensayos de difícil lectura, pero cada palabra está donde tiene que estar, con su ritmo y su sonido, con su claridad; como luz arrojada sobre lo inexpresable. En su esencia: prosa con alma de poesía.
Campo escribe para ser testigo de lo invisible, para que no muera aquello que está perdido. O aquello que vislumbró muy joven cuando su mejor amiga de 18 años, la poeta Anna Cavalletti, murió en 1943 bajo un bombardeo en Florencia. Anna había escrito versos proféticos: «Una existencia: la división exacta del aire: con la muerte, el aire se une y se vuelve a cerrar. Nadie debería darse cuenta de la diferencia… me gustaría ocupar poco espacio». Y Campo, que con ella descubrió el sentido lírico de las cosas, nunca dejó de añorarla.
Es imposible separar a Campo de la poesía, pues ella y la lírica son una misma cosa. Pero sí cabe mencionar que, en los últimos años de su vida, su poesía—de por sí escasa— quedó eclipsada por su radicalización religiosa y sus ideas conservadoras. Es hasta después de su muerte, en 1977, con la publicación de Diario Bizzantino e altre poesie (revista Conoscenza Religiosa, vol. 1) que se conocen nuevos poemas inéditos. Y en 1991 su amiga, la escritora Margherita Pieracci Harwell, recopila su poesía completa bajo el título La Tigre Assenza para el sello Adelphi.
La misma casa publica hoy toda su obra, incluyendo dos libros de cartas, también editados por Pieracci Harwell. De ellos, Lettere a Mita —una extensa correspondencia entre Campo y Pieracci Harwell— es considerado por la crítica como uno de los más bellos y fascinantes epistolarios de la literatura italiana. En realidad, todas las cartas de Campo son obras literarias. Entre ellas se encuentran, todavía inéditas, aquellas que por las sendas misteriosas de la poesía llegaron a mis manos: las cartas a Alejandra Pizarnik, recopiladas por la germanista Stephanie Golisch, quien descubrió este vínculo en la edición alemana de los diarios de Pizarnik: «Me da miedo. Como si me hubiera escrito un ángel».
Estas cartas, escritas con dulzura y autoridad de hermana mayor, también nos revelan su interés por, y profundo conocimiento de, la poesía hispanoamericana. Además, en ellas autoriza a la poeta argentina a traducir sus ensayos para la revista Sur —donde en 1961 ya había publicado su ensayo «Atención y poesía», traducido por la filósofa española María Zambrano.
Sospecho que Campo vislumbraba en Alejandra Pizarnik algo de aquella vieja —poética y visceral— amistad perdida. No puedo revelar el contenido de lo inédito, pero sí agradecerle a Pizarnik ese hilo invisible que desde su silencio tejió en mí un nuevo tapiz.
San José, 6 de septiembre de 2025.

Poemas de Cristina Campo
Selección y traducción de Zingonia Zingone
Diario Bizzantino
Due mondi —e io vengo dall’altro.
Dietro e dentro
le strade inzuppate
dietro e dentro
nebbia e lacerazione
oltre caos e ragione
porte minuscole e dure tende di cuoio,
mondo celato al mondo, compenetrato nel mondo,
inenarrabilmente ignoto al mondo,
dal soffio divino
un attimo suscitato,
dal soffio divino
subito cancellato,
attende il Lume coperto, il sepolto Sole,
il portentoso Fiore.
Due mondi —e io vengo dall’altro.
La soglia, qui, non è tra mondo e mondo
né tra anima e corpo,
è il taglio vivente ed efficace
più affilato della duplice lama
che affonda
sino alla separazione
dell’anima veemente dallo spirito delicato
—finché il nocciolo ben spiccato ruoti dentro la polpa—
e delle giunture dagli ossi
e dei tendini dalle midolla:
la lama che discerne del cuore
le tremende intenzioni
le rapinose esitazioni.
Due mondi —e io vengo dall’altro.
Diario bizantino
Dos mundos —y yo vengo del otro.
Detrás y adentro
delas calles empapadas
detrás y adentro
de la niebla y el desgarre
más allá del caos y la razón
puertas diminutas y duras cortinas de cuero,
mundo oculto al mundo, compenetrado en el mundo,
inefablemente desconocido para el mundo,
por el aliento divino
suscitado por un instante,
por el aliento divino
borrado inmediatamente,
espera la Luz cubierta, el Sol enterrado,
la portentosa Flor.
Dos mundos —y yo vengo del otro.
El umbral, aquí, no está entre mundo y mundo
ni entre alma y cuerpo,
es el corte vivo y eficaz
más afilado que la hoja doble
que se hunde
hasta la separación
del alma vehemente del espíritu delicado
—hasta que el hueso bien marcado gire dentro de la pulpa—
y de los huesos, las articulaciones
y de la médula, los tendones:
la hoja que discierne del corazón
las tremendas intenciones
las rapaces vacilaciones.
Dos mundos —y yo vengo del otro.
***
Ora che capovolta è la clessidra,
che l’avvenire, questo caldo sole,
già mi sorge alle spalle, con gli uccelli
ritornerò senza dolore
a Bellosguardo: là posai la gola
su verdi ghigliottine di cancelli
e di un eterno rosa
vibravano le mani, denudate di fiori.
Oscillante tra il fuoco e gli uliveti,
brillava Ottobre antico, nuovo amore.
Muta, affilavo il cuore
al taglio di impensabili aquiloni
(già prossimi, già nostri, già lontani):
aeree bare, tumuli nevosi
del mio domani giovane, del sole.
***
Ahora que está volcada la clepsidra,
que el porvenir, este cálido sol,
ya se eleva detrás de mí, con los pájaros
volveré sin dolor
a Bellosguardo: allí posé mi garganta
sobre verdes guillotinas de verjas
y de un rosado eterno
vibraban mis manos, desnudas de flores.
Oscilando entre el fuego y los olivares,
brillaba octubre antiguo, nuevo amor.
Muda, afilaba el corazón
al corte de cometas impensables
(ya cercanas, ya nuestras, ya lejanas):
ataúdes aéreos, montículos nevados
de mi joven mañana, del sol.
***
Amore, oggi il tuo nome
al mio labbro è sfuggito
come al piede l’ultimo gradino…
Ora è sparsa l’acqua della vita
e tutta la lunga scala
è da ricominciare.
T’ho barattato, amore, con parole.
Buio miele che odori
dentro i diafani vasi
sotto mille e seicento anni di lava –
ti riconoscerò dall’immortale
silenzio.
***
Amor, hoy tu nombre
se ha escapado de mis labios
como del pie, el último escalón…
Ahora se ha derramado el agua de la vida
y hay que volver a subir
toda la larga escalinata.
Te he cambiado, amor, por palabras.
Oscura miel olorosa
dentro de los vasos diáfanos
bajo mil seiscientos años de lava –
te reconoceré por el silencio
inmortal.
***
Moriremo lontani. Sarà molto
se poserò la guancia nel tuo palmo
a Capodanno; se nel mio la traccia
contemplerai di un’altra migrazione.
Dell’anima ben poco
sappiamo. Berrà forse dai bacini
delle concave notti senza passi,
poserà sotto aeree piantagioni
germinate dai sassi…
O signore e fratello! ma di noi
sopra una sola teca di cristallo
popoli studiosi scriveranno
forse, tra mille inverni:
«nessun vincolo univa questi morti
nella necropoli deserta».
***
Moriremos lejos. Será mucho
si descanso mi mejilla en tu palmo
en Año Nuevo; si en la mía contemplas
el rastro de otra migración.
Del alma muy poco
sabemos. Quizás beberá de las cuencas
de las noches cóncavas sin pasos,
descansará bajo plantaciones aéreas
que germinan de las piedras…
¡Oh, señor y hermano! pero de nosotros
sobre una sola vitrina de cristal
los pueblos estudiosos escribirán
quizás, dentro de mil inviernos:
«ningún vínculo unía a estos muertos
en la necrópolis desierta».
***
Devota come ramo
curvato da molte nevi
allegra come falò
per colline d’oblio,
su acutissime lamine
in bianca maglia d’ortiche,
ti insegnerò, mia anima,
questo passo d’addio…
***
Devota como rama
curvada por muchas nieves,
alegre como hoguera
en colinas de olvido,
sobre afiladísimas láminas
con blusa blanca de ortigas,
te enseñaré, alma mía,
este paso de despedida…
***
Ora tu passi lontano, lungo le croci del labirinto,
lungo le notti piovose che io m’accendo
nel buio delle pupille,
tu, senza più fanciulla che disperda le voci…
Strade che l’innocenza vuole ignorare e brucia
di offrire, chiusa e nuda, senza palpebre o labbra!
Poiché dove tu passi è Samarcanda,
e sciolgono i silenzi tappeti di respiri,
consumano i grani dell’ansia –
e attento: fra pietra e pietra corre un filo di sangue,
là dove giunge il tuo piede.
***
Ahora pasas lejos, a lo largo de las cruces del laberinto,
a lo largo de las noches de lluvia en las que me enciendo
en la oscuridad de tus pupilas,
tú, ya sin ninguna muchacha que disperse las voces…
Caminos que la inocencia quiere ignorar y arde
por ofrecer, cerrada y desnuda, sin párpados ni labios.
Porque donde tú pasas es Samarcanda,
y los silencios disuelven alfombras de respiraciones,
consumen los granos de la ansiedad –
y, cuidado: entre piedra y piedra corre un hilo de sangre,
allí donde llega tu pie.
Estate indiana
Ottobre, fiore del mio pericolo —
primavera capovolta nei fiumi.
Un’ora m’è indifferente fino alla morte
—l’acero ha il volo rotto, i fuochi annebbiano—
un’ora il terrore di esistere mi affronta
raggiante, come l’astero rosso.
Tutto è già noto, la marea prevista,
pure tutto si ottenebra e rischiara
con fresca disperazione, con stupenda
fermezza…
La luce tra due piogge, sulla punta
di fiume che mi trafigge tra corpo
e anima, è una luce di notte
—la notte che non vedrò—
chiara nelle selve.
Verano indio
Octubre, flor de mi peligro —
primavera volcada en los ríos.
Una hora me es indiferente hasta la muerte
—el arce tiene el vuelo roto, los fuegos se nublan—
una hora, el terror de existir me enfrenta
radiante, como el aster rojo.
Ya todo es conocido, la marea prevista,
pero todo se oscurece y se aclara
con fresca desesperación, con estupenda
firmeza…
La luz entre dos lluvias, en la punta
del río que me atraviesa entre cuerpo
y alma, es una luz de noche
—la noche que no veré—
clara en las selvas.
Il maestro d’arco
Tu, Assente che bisogna amare…
termine che sfuggi e che c’insegui
come ombra d’uccello sul sentiero:
io non ti voglio più cercare.
Vibrerò senza quasi mirare la mia freccia,
se la corda del cuore no sia tesa:
il maestro d’arco zen così m’insegna
che da tremila anni Ti vede.
El maestro de arco
Tú, Ausente a quien hay que amar…
término que nos elude y nos persigue
como sombra de pájaro en el sendero:
ya no quiero buscarte.
Vibraré sin apenas apuntar mi flecha,
si la cuerda del corazón no está tensa:
eso me enseña el maestro de arco zen,
que desde hace tres mil años Te ve.
Sindbad
L’aria di giorno in giorno si addensa intorno a te
di giorno in giorno consuma le mie palpebre.
L’universo s’è coperto il viso
ombre mi dicono: è inverno.
Tu nel vergine spazio dove si cullano
isole negligenti, io nel terrore
dei lillà, in una vampa di tortore,
sulla mite, domestica strada della follia.
Si stivano canapa, olive
mercati e anni… Io non chino le ciglia.
Mezzanotte verrà, il primo grido
del silenzio, il lunghissimo ricadere
del fagiano tra le sue ali.
Sindbad
El aire se espesa día a día a tu alrededor,
día a día consume mis párpados.
El universo ha cubierto su rostro,
las sombras me dicen: es invierno.
Tú, en el espacio virgen donde se acunan
islas negligentes, yo en el terror
de las lilas, en una llamarada de tórtolas,
en la mansa, doméstica senda de la locura.
Se estiban cáñamo, aceitunas,
mercados y años… Yo no inclino las pestañas.
Llegará la medianoche, el primer grito
del silencio, el larguísimo recaer
del faisán entre sus alas.
Elegia di Portland Road
Cosa proibita, scura la primavera.
Per anni camminai lungo primavere
più scure del mio sangue. Ora tornano sul Tamigi
sul Tevere i bambini trafitti dai lunghi gigli
le piccole madri nei loro covi d’acacia
l’ora eterna sulle eterne metropoli
che già si staccano, tremano come navi
pronte all’addio…
Cosa proibita
scura la primavera.
Io vado sotto le nubi, tra ciliegi
così leggeri che già sono quasi assenti.
Che cosa non è quasi assente tranne me,
da così poco morta, fiamma libera?
(E al centro del roveto riavvampano i vivi
nel riso, nello splendore, come tu li ricordi
come tu ancora li implori.)
Elegía de Portland Road
Cosa prohibida, oscura la primavera.
Por años caminé a lo largo de primaveras
más oscuras que mi sangre. Ahora vuelven al Támesis
y al Tíber los niños traspasados por largos lirios,
las pequeñas madres en sus cuevas de acacia,
la hora eterna en las eternas metrópolis
que ya se alejan, tiemblan como navíos
prestas al adiós…
Cosa prohibida
oscura la primavera.
Yo voy bajo las nubes, entre cerezos
tan leves que ya son casi ausentes.
¿Qué cosa no es casi ausente salvo yo,
desde tan poco tiempo muerta, llama libre?
(Y en el centro de la zarza refulgen de nuevo los vivos
en su risa, en su esplendor, como tú los recuerdas
como tú aún los imploras.)
Oltre il tempo,
oltre un angolo
What sorrow
beside your sadness
and what beauty
W. C. Williams
Troppe cose hanno accolto le tue palpebre
l’attenzione ti ha consumato le ciglia.
Troppe vie t’hanno ripetuta,
stretta, inseguita.
La città da secoli ti divora
ma travede per te, sogno e sfacelo
di luci e piogge, lacrime senili
sulla ragazza che passa
febbrile, indomabile, oltre il tempo, oltre un angolo.
Ritorna! Gridano i vecchi di Santa Maria del Pianto,
la frotta della Piscina di Siloè
con i randagi, gl’ibridi, gli spettri
che non si sanno e tu sai
radicati con te
nel glutine blu dell’asfalto
e credono al tuo fiore che avvampa, bianco —
poiché tutti viviamo di stelle spente.
Más allá del tiempo,
más allá de una esquina
What sorrow
beside your sadness
and what beauty
W. C. Williams
Demasiadas cosas han acogido tus párpados
la atención te ha consumido las pestañas.
Demasiadas calles te han repetido,
apretado, perseguido.
La ciudad te devora desde hace siglos
pero entrevé por ti el sueño y la ruina
de luces y lluvias, lágrimas seniles
sobre la chica que pasa
febril, indomable, más allá del tiempo, más allá de una esquina.
¡Vuelve! Gritan los viejos de Santa Maria del Pianto,
la manada de la Piscina de Siloé
con los callejeros, los híbridos, los espectros
que no se saben y tú sabes
arraigados contigo
en el gluten azul del asfalto
y creen en tu flor que arde, blanca —
porque todos vivimos de estrellas extintas.


















