Elsa Cristina Posada

(Neira, Caldas – Colombia) Reside actualmente en Bogotá; abogada y magister en literatura latinoamericana; ha sido servidora pública e incursionado en el oficio audiovisual, la música, la artesanía y la investigación becada por el Ministerio de Cultura para “generar procesos de construcción de identidad”, vivió y estuvo dedicada a la investigación en el amazonas colombiano con el proyecto: “la literatura oral, un intento de acceder al mito ab-origine”. Premio de Poesía Procuraduría General de la Nación en 1993. Ha publicado los libros de poesía: “cuentos de hadas” por el fondo mixto para la cultura de caldas en 1997, “mujer secreta” por ediciones catapulta en 2014 y “satori o los surcos de la luz” por uniediciones en 2016; el ensayo “oralidades y escrituras indígenas en el amazonas colombiano” fue publicado por la editorial académica española en 2013.
al niño de abisinia que amé 1
“reales son tus grandes ojos
tu boca roja cuya miel me prohíben
tu abandono de agua rebelde
y tu blancura que mi labio no alcanza”.
Nazim hikmet
“… aquel cadáver y yo partíamos a la deriva,
llevados en sentido contrario por dos corrientes del tiempo”.
Marguerite Yourcenar
es verdad que te amé aapiano
pero ninguna caricia llega al corazón
no importa si mis manos se hundieron en el mar sólido de tu piel
sin regresar jamás
pues con tu muerte la tumba que me espera se hiela
con tu muerte todos los besos alcanzan
la blandura lejana
como una caricia falsa del recuerdo
ya no soy más quien se alimenta con tus auroras
tendido como un gato pardo y fiel a mi lado
1basado en “las memorias de adriano” de margueritte youcenar
aapiano
mi esperanza de ti es ya el olvido
la bruma densa de una habitación donde a cada minuto
irás estando menos cada vez
tu sonrisa congelada para siempre en tu rostro de niño
y yo sin ella … justo cuando soy un gran señor
sin tu silencio tus pocos años tus besos niños
sin las urgencias de tu mente sobria inocente
aún no verdadera
visitaré de nuevo las antiguas ciudades y los templos
más sólo para probar la delicada poesía que tiene la tristeza
niño rubio que te posaste en mi lecho como un amo
¡sea! la belleza clara y lúcida del amor
y esta profunda oquedad en mis días futuros
y esta impotencia en tus manos y pies
que el sol y la brisa nunca más tocarán
los días se abandonan a mí pesados con tu muerte
el amanecer se repetirá con acompasado rigor
y las costumbres me harán sentir por un segundo
que todo es igual
pero es otro día con tu muerte
aapiano
mi bello dios perfecto imposible
dónde no imaginar tus pasos
¿quién te dijo que se ama hasta la muerte
acaso yo?
el amor es un segundo
en nuestro día largo de incertidumbres
estabas sí
tus dieciocho años de osadía y las musas conmigo
y era yo el soberano
¿estaban tus ojos?
¿qué tenía de ti que tanto añoro?
¿cuándo te fuiste si es que llegaste alguna vez?
dios sordo y ciego que se arrebató de mi mano
hundiéndose en el fango de la orilla
hasta quedar por siempre navegando el río clamoroso de mis horas
dios mudo y ciego como un dios pequeño
que entrega al cosmos un último homenaje
en mi ancha mano fuerte que te retuvo aapiano
supe que no eras mío en ese instante cuando tus ojos se cerraron al mundo
supe que eras del amor inevitablemente
que cumplías la orden
que un silencio antiguo y sabio
susurraba en tus oídos
voz pocas veces escuchada
canta de nuevo
como en aquel anochecer de alejandría
burdo pájaro que cantas
con las alas rotas
quinteto para cuerdas
V
quédate entre las tibias sábanas guerrero
cuéntame historias de batallas antiguas
y anochece conmigo
que el hosco mundo ya nos cobrará los besos
y las horas de amor robadas al ensueño
quédate ahora que el tiempo nos dibujó en este agujero
de frente rozándonos las manos
fabricando pájaros y barcos con las nubes del cielo
contando uno a uno nuestros cabellos regados por el suelo
que ya vendrá sin vino y sin canciones el tiempo terco
ahora no importa si te llaman… espera
gira los troncos de madera para avivar el fuego
vamos por flores para adornar la mesa y por melones
juguemos a fabricar con el sudor un templo
que vengan el guardián y el empleado
que hagan sus cuentas los vecinos del pueblo
que dejen en la puerta sus sahumerios
para espantar el olor de los cuerpos
atravesemos el mar de esta ilusión amor velero
que afuera salpica la sangre en las monedas
y el viento arrastra el pelo de los muertos
quédate aquí pues la parca vendrá en su caballo siniestro
y borrará los besos los olores
y hasta los mismos recuerdos
VI
nacer a cualquier hora para fracaso del silencio
seguir siendo motor sin freno del ondulado río de los tiempos
como un cuerpo extendido sin sus alas
entre el oasis y el desierto
así … campeando …
hurgando en el espacio remoto de la mente
desenlaza el cantor los nudos ciegos
así rehace la labor que ya ha agotado el tiempo
para borrarlo y ver sobre su huella el presagio el lamento
el último estertor de un pensamiento
la cifra que devele la distancia
cuando el naufragio de un beso
el signo que pronostique la aparición de un astro nuevo
la nota discordante de un adiós en el callejón de un sueño
la osadía del hombre solitario ante la maquinaria del progreso
la trivial procesión de las campanas sobre el lamento del pueblo
la muerte blanda la dura muerte
entre el sarcófago del cuerpo
un niño turbio iluso aventurero es el cantor su miedo