Enzia Verduchi

Foto Pascual Borzelli
(Roma, Italia, 1967)
Poeta y editora. Desde los cinco años vive en México. Licenciada en Periodismo y Ciencias de la Comunicación por el Instituto Campechano. Becaria del Centro Mexicano de Escritores 1992-1993. Premio Nacional de Cuento Efraín Huerta en 1992. Becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes de México en 1996 y 2003. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte de México 2004-2007. Ha colaborado en distintas revistas y suplementos culturales nacionales e internacionales. Ha publicado los libros de crónica: 40º a la sombra (UIA, 2013); Los segundos y los días. Breviario sobre el temblor (Ficticia Editorial, 2018); y los libros de poesía Cartas de usurpación (UNAM, 1992), El bosque de la hormiga (Ediciones Sin Nombre, 2002), Groenlandia (Parentalia, 2018) y Nanof (Vaso Roto Ediciones, 2019). Sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, italiano, hindi, portugés y polaco.
Poemas
Las orillas del viento
Decidimos aquella tarde recorrer la costa.
En silencio nos preguntamos acerca de la lejanía,
del espejo que nos separa del origen,
el mar.
¿Sabías que te concibieron en un llano rodeado por siete colinas?
Aún no conoces la tierra de tu padre,
que pudo haber sido la tuya.
He visto al Mediterráneo disolverse tras el rastro de una estela.
Izela y yo guardamos fragmentos de sueños
en pequeñas petacas, zarpamos hacia lugares
que sólo conocíamos en cuentos que relataba la nonna
para resucitar a su marido bersagliere.
(Mamá, con su breve globo terráqueo,
caminaba decidida por los aeropuertos:
Madrid
Montreal
New York)
Nos ciñó la lengua extranjera
la idea de explorar un continente ajeno
poblado por abuelos, tíos y primos.
Naciste con los nortes de diciembre
Dalva (¿por qué ese nombre portugués?)
En italiano mal pronuncias, dices:
“Me gusta Campeche… Roma está muy lejos”.
Observamos cómo se borraba el trazo elíptico de un ideograma en la arena.
Tengo el recuerdo de un día augusto y un nocturno bolero.
Comprendí entonces que el viento siempre es el mismo.
De Cartas de usurpación, UNAM, 1992
Radio de onda corta
A oscuras mi padre sintonizaba la radio:
una pelea de box en japonés,
la crónica de un atentado en italiano
o la caída de un avión en ruso.
Aunque los periódicos al día siguiente
desmintieran sus versiones, él se entendía
con la frecuencia y la estática.
Fiel receptor de hechos incomprendidos
a lo largo del cuadrante, insomne
en las ondas de alguna estación.
Mientras, junto a él, mi madre
soñaba encontrar un interlocutor.
Mar de Irlanda
Para Mauro Bozeto y Marino Zeppa
Las piernas sostenían el galope de animal
luchando contra el aire:
corre, corre, muchacha.
Tanto mar para una isla,
laderas por recorrer,
tanto cielo sobre la bruma.
Desde Dún Laoghaire
se escucha ese golpe de agua
y se desborda el índigo en las landas
de la península de Dingle:
corre, corre, muchacha.
Amigos, jóvenes desbocados,
gritaba: “¡No seré la última en llegar!”.
De lodo y viento fue su alegría
en el linde de los acantilados de Moher
Groenlandia
[ 1 ]
En los días recientes he pensado en Groenlandia. En los inuit y su lengua, trato inútilmente de pronunciar sus nombres. Leí que las distancias en Groenlandia se miden en sinik, en “sueños”, en el número de pernoctas que dura un viaje.
…por momentos, recuerdo la blancura de Nuuk, como si se pudiera añorar lo que no se conoce.
[ 2 ]
¿Y si Groenlandia no existe?, ¿si en realidad es un sueño?, ¿un pensamiento bajo cero para recordar la alquimia del agua? Entonces, ¿existo o soy parte del hielo?
[ 3 ]
Todas las respuestas están en el hielo, en las vetas del hielo. Eres tan lejana, Groenlandia, dilatada como la noche. Inabarcable y lenta flotas hacia los polos ocultando tus misterios.
¿Qué existe debajo de tu estado sólido, del silencio compacto, de la densidad más ligera que el agua?
Muero en el ardor de tu abrazo, en el deseo helado de tu caricia.
Muero de ti / sin ti.
[ 4 ]
Extraño lo que desconozco y no sé dónde encontrarlo. Las referencias geográficas no me son suficientes, Groenlandia. Si yo pudiera tenerte, asirte, pero tu esencia inasible pesa más que mi nostalgia. Te desvaneces aún sin conocerte.
[ 5 ]
Tu nombre es un continente. Kalaallit Nunaat / Grønland. Tu nombre es una herida, una elipsis. Una isla entre el Atlántico y el Ártico. Tu nombre es el deseo, el olvido. Es la tundra, la corriente del Labrador. Tu nombre es un destello en la nieve. La bahía de Baffin y el estrecho de Davis. Tu nombre, arde.
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en los tratados sobre el deicidio,
la prensa le dará su lugar entre los estetas
que repugnan y atraen con morbo.