Gina Saraceni
(Caracas – Venezuela, 1966) Investigadora, crítica literaria, traductora y poeta, Gina Saraceni es egresada de la Universitá degli Studi de Bologna, Italia (1990); magíster en Literatura Latinoamericana (1994) y doctora en Letras (2001) por la Universidad Simón Bolívar, donde es profesora del Departamento de Lengua y Literatura. Es especialista en teoría literaria, literatura de viajes, poesía venezolana contemporánea, estéticas y políticas de la memoria. Con el poemario Entre objetos respirando, gana en 1995 el Concurso de Poesía “Víctor José Cedillo”; con Salobre, la Bienal de Coro “Elías David Curiel”, mención Poesía 2001, y con Casa de pisar duro el XI Concurso Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana (2011). Es autora de las antologías El verde más oculto (2002), del poeta mexicano Fabio Morábito, y de En-obra. Antología de la poesía venezolana (1983-2008). Tradujo al español a la poeta italiana Alda Merini y al italiano a Rafael Cadenas y a Yolanda Pantin. También ha publicado numerosos artículos especializados, así como los volúmenes La llegada inconclusa. Tránsito y desembarco de tres viajeros británicos en La Guaira (1830-1871) (1997) y Escribir hacia atrás, herencia, lengua, memoria (2008).
Poemas
Deriva
Todas las mañanas
me barajo
la vida
en un cuarto
de baño.
Me rindo
ante el gesto
de pintarme
los labios
con la mano
izquierda.
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Sólo el naufragio
te acompaña
cuando sopla
el otoño
y estás en Berlín
por una soledad
que te envenena.
Al borde del camino
la vida queda presa
en los olivares
que atrapan
su cabellera
de higos rojos.
Es un pez asustado
que huye de la red,
un gato que juega
con su sombra.
Sonríe redonda
y a veces llora
los amores perdidos
para siempre.
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En los Jardines
de Les Tulleries
el fracaso es un mimo
que al final de la tarde
se quita el maquillaje
y desaparece en una estación
del metro.
Éxodo I
Los migrantes
siempre se están yendo.
El recuerdo
de su tierra
es la breve morada
de sus días.
El camino los agota,
huérfanos
los deja a la intemperie,
les arranca los párpados
para que mueran
mirando las heridas
de sus hijos.
Los niños de Sierra Leona
no tienen manos para jugar.
Éxodo II
Las madres de Ruanda
perdieron la leche
de sus senos.
Dejaron sus cabellos
a la orilla del río
y cantan calladas
la plegaria del exilio.
Soñaban regresar
a sus hogares
para enterrar
la sonrisa rota
de sus hijos.
Al atardecer,
los zamuros vuelan
al ras del suelo.