Leonardo Soler Pérez
La Habana, Cuba, 1987. Es poeta y filósofo graduado de la Universidad de La Habana. Además de su trabajo como poeta, ha desempeñado funciones docentes en esta universidad durante cinco años. Su obra ha sido reconocida y seleccionada para formar parte de diversas antologías en editoriales españolas, como Diversidad Literaria y Talento Comunicación. Fue mención en el Primer Certamen Internacional de Relatos Breves correspondiente a San Antonio de Areco en 2011. De igual modo, textos suyos han sido publicados en las revistas: Dialektika, Papeles de la Mancuspia (México) y Luna Nueva (Colombia), respectivamente. Corpoulrika lo invitó a participar en las Jornadas Universitarias de Poesía Ciudad de Bogotá, celebradas del 22 al 24 de octubre del 2024.
Poemas de Leonardo Soler Pérez
No hay cariño
…en el columpio
donde la simpatía al mecerse traza un canal
sobre las dos orillas
cuál tocará el cielo antes que el suelo
Juan Carlos Flores
La voz y su pregón
con picardía recuerdan,
que alguien en las calles de la periferia
se nos ha convertido en leyenda urbana.
Intrépida estatura
como si aquel señor también fuera un edificio.
No hay cariño como el de madre
ni maní como el de Reinaldo,
decía alegremente el que vestía una camisa a cuadros
con un doctorado en economía.
No hay cariño como el de madre
ni maní como el de Reinaldo,
decía aquel, facturador de sonrisas
más que de números
capaces de echar o salvar una casa.
Yo crecí,
pero mi infancia, gozosa,
estuvo marcada por el tibio fruto
del que preparaba regalos simulando vender.
Mi recuerdo es
el de un hombre que algo le espetó sin juicio
tras el cotidiano saludo
antes que el manisero,
callado y desprovisto de su voz
abordara un elevador hasta su apartamento.
Los que fecundaron sus amígdalas como yo
permitimos que Reinaldo
alcanzara el cielo antes que el suelo
justo antes, que el manisero
decidiera desde su balcón
apuntalar su figura en un salto.
God our father brings
…un poema que viene con la humanidad
nos hace recordar que tenemos poder.
No somos tan débiles
como pensaríamos que somos,
tal es así que estamos honrando…
Eso nos hace ver
que también tenemos ese recuerdo
y los recuerdos son poderosos,
sin los recuerdos no podemos avanzar.
Tenemos que recordar
quiénes estuvieron antes…
Alice Walker
(La Habana, 1.º de febrero de 2024)
Cuando el horror de los hombres me hizo despertar sin África,
encontré, bañado por la sal de los comunes el árbol de la nueva sinagoga.
Tan real, como el odio experimentado de ambas partes, y yo,
moneda de cambio infringida
fue la deslizante agua, que con aliento dulce, cubrió mi pelvis
porque bebida de un tirón
apenas puede uno controlar su cauce.
Era imposible saber
cómo fracturar esa conjetura de los tiempos
fruto pardo, cuyo altar reposa celebrando la liturgia de los pecios.
Y mantuve la certidumbre de que acaso fuera un misterio revelado
intentando aplacar la ignominia de una extensa travesía
con aquella nuez gigante, espigada en su esbeltez
de un tronco fino que es proa y mástil.
Nueces gigantes, cuyo balance en prominente altura,
semejan la codicia de los hombres
con sus princesas en Senegal, Mali, Etiopía o Ghana
que beben de las puntas delicadas y finas
hasta extraer el aceite de los ritos para ungir.
Y como el que rige los destinos frente a un trono
sin posesión ante su rótula
de los esclavos en cautiverio de la guerra,
en la nueva llanura, por costas y arrecifes
que los nativos llaman Caribe
mis cabellos… tarde y noche
vistieron la holgura de la pulpa blanca y el aceite de las princesas
tras sorber con mis manos
los senos punzantes y delicados del misterio,
nueces gigantes, pardas
del árbol de la nueva sinagoga.
Salmo ante la tumba de Hirohito
…en peregrinaje del silencio
se encomendaron a Dios…
“Salmo ante la tumba de Hirohito”,
Valeri Aleaga Salas
Valeri Aleaga y Salas está parado frente a la tumba de Hirohito.
Como lo está también ante millones de japoneses.
Ha venido a traer el fragmento de un salmo incompleto
que pertenece a otra cultura.
No ha levantado muros,
ni pide que su nombre permanezca en las ruinas de otro nombre.
Ha venido a agitar sus manos
para leer lo que irremediablemente no ha sido dicho.
No lo va a callar,
ante una feligresía que no sabe ya, cómo despertar dragones.
Antes, se habrá hecho apto para custodiar la palabra
y de ahí expoliarla
expedirla
en pos
de lo que otros hombres habrán de repetir.
Antes, se habrá codeado de una premonición casi astrológica.
Se cruza de hombros,
un exabrupto nervioso lo hace temblar
y empieza a cuestionarse entonces si es un hidalgo.
Da vueltas
de un lado a otro
como si en el flamboyán más cercano
pudiera encontrar la forma de vivir
una vez que se deshaga de esta sentencia.
Valery Aleaga y Salas ha mitificado su cuerpo en un verbo más
y por toda la humanidad
ante la tumba de Hirohito, jura,
que la poesía
es un animal carroñero
que se nutre de poetas muertos.
Laminado en bronce
Si la paz, se repartiera como un fruto
¿quién se atrevería a picar la primera parte?
¿Quién diría qué porción se entregaría por igual,
si quien la toma se arroja el máximo derecho?
Conozco, por boca de mi india, que esta causa
empezó con la sagacidad de igualar a los hombres en la muerte.
Coltz, desde su imaginario,
encasquetó la primera bala
sobre amasijos hermosos en bronce
arrojando la devastación de las familias
y logró que estuviera al alcance de todos.
El disparo, lento o en ráfaga,
se volvió luego una manía en esta tierra,
entre Santander y la descendencia de Bolívar.
El fruto de la paz,
ha permanecido inherte e inmutable desde entonces,
pero contiene una nota, cerca de sus bordes
en el árbol de quienes han logrado
esa posición envidiable, que les permite acercarse:
La asfixia, es un círculo ventricular de insomnio.
Escrito a Colombia.
Flash before my eyes
…porque entre tú y yo no hay nada
no serás diferente no me interesa…
Valeri Aleaga Salas
…entre su pandereta negra pegada a la pared
y en África la carroña fresca con moscas…
Pandereta negra, Harold Hart Crane
En los años noventa a Valeri Aleaga Salas, le llamaron negro negador de su raza,
[si es que el mismísimo Don Fernando Ortiz lo permite
cuando dijo que no le interesaba el tambor.
Lo peor fue que esto lo profirieron otros negros
[jauría incansable capaz de fatigar.
Y en el engaño del que ya había tomado nota Don Fernando
siguieron apuntando al poeta del Reparto Bahía con sus cutículas.
Valeri, imagen encarnada de Hendrix
[a quien tampoco le importó su negritud,
subía la quilla de su 58: guagua, jardín, barco, bote
para murmurar versos escandinavos, sin importar el hambre y la sed.
Valeri, imagen encarnada de Hendrix
subía la quilla de su 58: guagua, jardín, barco, bote
para murmurar versos escandinavos, sin importar la ignominia y la soledad.
Y en el engaño del que ya había tomado nota Don Fernando,
deslizó las huellas inefables de la escapada
y murmuró versos escandinavos,
sin importar la sed.
Añosa
…Los hechos graves están fuera del tiempo,
ya porque en ellos
el pasado inmediato queda como tronchado del porvenir,
ya porque no parecen consecutivas
las partes que los forman…
“Emma Zunz”, Borges
Soler Roque, asiduo cincuentón
en la valla de gallos enfrenta el descrédito,
cuando uno de sus gladiadores con pico de oro
y espuelas sin misericordia
cae al suelo con el tormento de una mala apuesta.
― ¡¡Añosa!!
Previo al domingo, día en que sus compadres asisten
a la barahúnda del escarnio,
propia entre gallos,
donde los animales se arriman en la lasitud de la muerte,
uno de los hijos de Soler Roque
comete el latrocinio
de raptar a uno de estos diminutos gladiadores.
Un elegante y estoico malayo, siempre primero entre sus iguales,
poco o nada hará, cuando otro ser alado
lo abuchee en público, intentando la mayor cuantía del sexo opuesto
bajo su mando.
[improperio típico de la altanería
― ¡¡Añosa!!
Pero cuando el estoico malayo de Soler Roque
trate de picotear la dignidad de quien le ofrece el reto
de una pelea jurada
entre el polvo de un campo
en la ciudad de Matanzas y el aguardiente de caña
que recrea como lluvia el azar de la depravación,
entre quienes se arriman por la parte humana,
blandiendo el castigo,
nada podrá hacer.
― ¡¡Añosa!!
Uno de los hijos de Soler Roque
lo hizo dormir como si el estoico malayo
fuese un trapecista,
patas arriba, en el fragor de la noche.
― ¡¡Añosa!!
Aquel domingo en la mañana
cuando Soler Roque acariciaba la victoria
el estoico malayo fue la decepción.
Y pudo escucharse un grito
que no podía solventar la dignidad ahí deshecha.
― ¡¡Añosa!!
El estoico malayo recreó el estilo de los borrachines en el kung-fu
pero aun así
no pudo siquiera sostener la cresta ante su adversario.
― ¡¡Añosa!!
El estoico malayo fue un gimnasta sin gloria en el trapecio,
pero sus espuelas y el filo del pico recuerdan aún,
en el sepelio que convidó a los buitres,
que invicto hasta el final de sus días
el estoico malayo fue un diminuto gladiador.
Los anaqueles de un puente
Los necesitados del milagro,
componen la promesa.
Han venido a desovar
las entrañas del propio destino.
Asientan la dicha de esa levedad
en la desembocadura de un río
que a constancia recibe pleitesía,
cuando se ofrenda la fruta, la desesperación,
la agonía y el alma.
Contadas veces el júbilo.
Al trascender los anaqueles de un puente,
he visto desovar al propio río
el agravio de no poder emancipar
alguna que otra pena.