Luz Helena Cordero Villamizar
(Bucaramanga, Colombia). Vive en Bogotá. Libros publicados: Postal de la memoria (antología personal) (Ibagué: Caza de Libros, 2010); Por arte de palabras (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2009), Cielo ausente (Bogotá: Ediciones Sociedad de la Imaginación, 2001), El puente está quebrado (Bogotá: Editorial Magisterio, 1998), Canción para matar el miedo (Bogotá: Editorial Magisterio, 1997), Óyeme con los ojos (México: Verdehalago, 1996 y Bogotá: Trilce, 1996). Poemas suyos se han traducido al inglés, al portugués y al alemán.
Los convidados de piedra
Aquí están los convidados de piedra,
oigo sus pechos hincharse de aire, llenarse de tierra,
traen sus zapatos y sus hijos, los mandan callar,
los envuelven en susurros, caminan arqueados o erguidos,
colman las avenidas y las cañerías,
se visten con todos los colores, sin vergüenza,
ni la tienen ni la esconden,
van a los cines y a los supermercados,
zarandean los paquetes, satisfechos,
protegen bien sus puertas de ladrones,
de noticias, de afectos, de compasión.
En los bolsillos camuflan el miedo,
no olvidan el paraguas y siempre tienen prisa,
salen cándidos y peinados, libres de ideas y fervores,
en los ascensores miran para arriba, trabajan,
no son culpables de nada,
excepto de sus manos de piedra que aplauden
la desgracia,
excepto de su alma mineral
y de estas ruinas que atesoran, tan pacientes,
los convidados de piedra.
Los idos
Y de repente todos se han ido
como en el poema de Vallejo,
han sabido irse
que es su forma de perdurar.
Tenían reservado su mejor traje,
su tiempo desparramado sobre la cama,
las ganas de partir se les salían por los ojos,
su cuerpo estacionado y ellos tan lejos,
siempre añorando otro lugar y otro y otro,
desesperados de estar, esquivos de ser,
irse de todos modos era la consigna,
huir, su mejor verbo.
Verlos despedirse en los aeropuertos
donde se les rompen las maletas,
un retrato enorme, el olor que se destiñe,
imposible embalar la memoria.
Una nueva vida, como si hubiera nueva,
como si no se siguiera gastando la inocencia,
otro sabor en la boca,
pegados de la punta de sus dedos
al cuerpo del pasado,
lugar de apariciones, su cabeza.
No volverán nunca los partidos, los rotos,
los llorados,
a veces no los recordamos.