Natalia Bernal
(Bogotá, 2000). Es estudiante de Filología (Lengua francesa), en la Universidad Nacional de Colombia. Sus poemas han aparecido en fanzines independientes y ha sido invitada a diversos encuentros de poesía.
Poemas
Estoy cansada de la palabra,
de la fachada
de habitar en esa carcasa vacía
hecha de conceptos pintarrajeados por todo el cuerpo.
De vivir en un caparazón llamado privilegio
del que sólo saco mis manos para abrazar o abrasar,
ya no encuentro la diferencia.
Estoy cansada de la culpa
de las púas en la cabeza
puestas cuidadosamente por mis antepasados.
De no poder levantar la batalla
y guardarme entre las cobijas cada vez que miro el mundo
porque sólo ahí, existe suavidad
sólo ahí, la mente no se siente tan atada
sólo ahí, en medio del tejido hecho de brazos de mujeres, puedo reposar
y gritar a la vida que todavía no ha podido acabar conmigo
Estoy cansada de ver cómo las hojas siguen cayendo
que la tinta siempre se borra
y la sangre está hecha de números.
De tener el cuello atrofiado de tanto mirar atrás
saber que mis piernas ya sólo sirven para huír
y mis manos construyen un castillo
que siempre se va a desplomar.
Asesinato
El carro es un ataúd,
los gritos, el lecho de muerte del amor
y un hombre, cuyos bolsillos están llenos de lágrimas, sólo observa la imagen
Una vez captado el momento
se cuela un susurro verdoso
a través del vidrio lleno de pólvora
¿no es bello?
Has visto nacer a la tristeza
sentenció Dios
Sólo por una noche quiero que el techo esté en el suelo y que cada puntita me perfore hasta romper lo que normalmente llamaría cuerpo
Deseo existir como ese desierto blanco y agrietado donde los niños buscan figuras para crear historias y entonces, serlo todo en la absoluta nada
Acaso es mucho pedir por una noche que aquello en lo que creo deje de convertirse en una tela que aprieta el cuerpo y rasguña sobre mí la palabra identidad
La cabeza se convierte en un panal enfurecido y el llanto de las madres se volvió canción de cuna
Sólo por una noche quiero mirar hacia abajo sin encontrar ningún nombre enterrado en los pies y entonces ser yo quien diga “ya no hay razones para llorar”
Los gritos en el closet se volvieron tarea del fin de semana.
Presionados por el peso de los días
intentamos organizarlos
“cada grito a su lugar”
dice mi mamá,
pero el cuarto ya no es mío
es de ellos.
Cierro la puerta para que no salgan
para que no se agiten
al juntarse con los demás.
Intento estirarlos en días soleados
para ver si se secan
y desaparecen
pero en días lluviosos ni siquiera los puedo ver
salgo desesperadamente
intentando que ninguno se meta en mi maleta
y a la hora de volver
ya no sé qué hacer
mi casa sólo me mastica.
Yo no nací desnuda
nací con un vestido de polvo
Él hace ver mi cuerpo blanco
y opacos los colores de mis ojos.
Cuando quiero completar el conjunto
suelo usar olor a libro viejo
y de vez en cuando
lo acompaño de voces sucias
Con el tiempo
ha empezado a lastimarme
Está pintando mis cabellos
y las rodillas son puentes quebradizos
¿mi ausencia de desnudez?
nadie la nota
El cuerpo oscurecido no se mueve más
regado por el suelo
yace un montón de polvo


















