Patricia Díaz Bialet
(Ciudad de Buenos Aires, 1962). Egresó del Instituto Nacional Superior del Profesorado «Joaquín V. González» con el título de profesora nacional en idioma inglés, profesión que ejerce hasta el presente. Entre otros estudios, cursó hasta el tercer año de la Licenciatura en Actuación en el Instituto Universitario Nacional de Arte (IUNA). Fue alumna del taller literario de poesía de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) (1980-1984), dirigido por Atilio Jorge Castelpoggi.
Su obra poética editada abarca hasta el presente los siguientes diez libros de poesía: Los despojos del diluvio (Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes 1989; Vinciguerra, Buenos Aires, 1990); Testigo de la bruma (Mención Honorífica en el Premio Bienal de Poesía Argentina de la Secretaría de la Función Pública de la Nación y el Fondo Nacional de las Artes 1991; Vinciguerra, Buenos Aires, 1991); La penumbra de la luna llena (Segundo Premio en el Concurso Fundación Inca Seguros 1992; Vinciguerra, Buenos Aires, 1993); La dueña de la ebriedad de la rosa (Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes 1993; Vinciguerra, Buenos Aires, 1994); Los sonidos secretos de la lluvia (Mención Honorífica en el Primer Certamen Nacional de Poesía Papiros del Siglo XX; Plus Ultra, Buenos Aires, 1994); El hombre del sombrero azul (Dunken, 1996 y 1998); El amor es una pluma de mercurio. Poemas elegidos (Las Otras Palabras, Esquel, 2007); Agualava (Atuel, Buenos Aires, 2009); La que va (Atuel, Buenos Aires, 2015) y La noche a cualquier hora (En Danza, Buenos Aires, 2019).
Poemas de Patricia Díaz Bialet
Saltar
Saltar desde la certeza de los misales
los altares
la cuerda de los reglamentos
las tareas mediopelizantes
los cenáculos los festejos los dogmas de toda clase
Saltar desde el reptil estival que anida en el raciocinio
cuando beso al consorte astuto para monedas de cambio varias
Saltar desde los miembros juveniles
que se enfilan como palitos chinos en su estuche de prudencia
Saltar y arrojar las dotes al vacío
las suertes urbanas a la deriva
los púlpitos esperanzados en la futura lechigada
Los complacientes barajan las alianzas desde que tengo doce años
Hay que saltar desde lo seguro
los trabajos los vecinos los hijos las madres
los jardines de pañales
las infidelidades venideras
No lisonjeo al marido de tres clubes
al escribano
al empresario con su tatuaje obligado y dolorido
Saltar sin inducir las consecuencias
se quitan las redes una a una
y se salta
sin más
ni siquiera el amante acompaña
él también se extirpa de mí
La sala de los espejos
intrascendente tiempo
prodúcete a tu gusto
en tanto yo camino por la avenida abajo
avanzo te traspongo y vuelvo a entrar en ti
pasando impunemente tu límite de agua
César Fernández Moreno
el baile recibe a las alumnas de sexto grado
mariposas primigenias que acuden a derretirse ante los chicos
todas lucimos las prendas adecuadas
las colas de caballo
las polleras de tablas escocesas
los pendientes besos esporádicos
en esta sala de espejos veteados
nuestras siluetas diminutas deponen los escudos paternos
al son de los discos de moda
y todos las zapatos despegan de su niñez gradualmente
es una suerte que nos conozcamos a través de oscilaciones
que probemos de esto y de aquello
que ondulemos nuestros cuernos de marfil espantadesventuras
es una suerte que el tembladeral de los flirteos nos traspase de repente
en este atardecer festivo
porque ahora somos elixires inexpertos y felices
ya habrá ocasión para la derrota segura
para fijar nuestros pies en el espacio
y evaporarnos
una fiesta en una sala de espejos veteados
Gorostiaga y Villanueva, Buenos Aires, 1973
La noche a cualquier hora (I)
a las terapeutas Celia Tiscornia y Susy Evans
al psicodramatista Tato Pavlovsky
Sentía que todo pesaba hacia arriba.
José Lezama Lima
Claro por supuesto
si una no exhuma todo
una parte se vuelve cáncer esquizofrenia náusea
y después una apesta a remedios
a indagadores de culpa
y se convierte en titán inmóvil
Si una acumula el padecimiento
como si éste mereciera un cofre de terciopelo albino
él se transforma en hijo único
irriga su infusión calamitosa y se confunde con el alimento diario
Si una no descarta la herencia
no transita la estela del ogro con pie de pluma intermitente
no expele todo
incluso la garra
sobreviene el gusano exquisito que forja la noche a cualquier hora
un departamento en la calle Blanco Encalada
Buenos Aires, 1983
una casa en la calle Sucre
Buenos Aires, 2008
El otro
Yo te veo hasta en la sombra imprecisa del sueño.
Raúl González Tuñón
en el sueño ella se pierde con otro
que la atrapa con sus pupilas de avellana
y le susurra todo lo que anhela solapadamente
ella es humilde inocentona
que por casualidad pasaba por allí
no se imagina en los brazos del otro
ni la enmudece la resina de la realidad que siempre termina por colarse
es una exótica flor un poco consternada ante los nuevos halagos
su cintura es angosta y apetecible para el otro
que la saborea en su saliva de ríada
ella finge que se escapa de la casa de álamo
que el otro le construye en un chasquido
mientras le borda en sus pestañas la filigrana de los que aman por siempre
el otro es un entusiasta feliz que tritura nueces para la próxima boda
su género mágico le repara el desdén
ella solamente se deja idealizar así
igual a la tela del pintor
demasiado vacía