Pietro Federico
Nació en Boloña, Italia, en 1980. Es escritor, editor y traductor profesional. Sus títulos de poesía son: Non nulla (2003, Ibiskos, Empoli), Mare Aperto (Aragno, Turín, 2015, ganador de los premios Subiaco 2015 y Ceppo 2017), La maggioranza delle stelle – canto americano (Edizioni Ensemble, Roma, 2020). Entre sus trabajos de traducción destacan: Le storie più mute de Katherine Larson (Edizioni Interlinea), La ballata del Carcere di Reading de Oscar Wilde (Giuliano Ladolfi Editore), Poesie de Martha Serpas (en la colección Testo a fronte de Marcos y Marcos).
Poemas de Pietro Federico
Del libro La mayoría de las estrellas – canto americano
(Traducciones de Zingonia Zingone)
Colorado
El lema del estado de Colorado es “Nil sine numine”, lo cual significa: Nada sin la divinidad. Son palabras tomadas de la “Eneida”.
Cuando emerjo de las canteras en Cripple Creek
mis brazos están tan cansados,
cuelgan de mis hombros inertes.
Alguien tiene que ayudarme, de lo contrario
no puedo ni siquiera vaciar el bolso en el vagón
con los últimos fragmentos.
Siempre salgo al atardecer, y al principio
este umbral ciclópeo es cegador.
Mis pupilas son del tamaño de la cabeza de un alfiler
y no graban más que la luz.
Los rieles escupidos por la gruta
se deshacen en divina incandescencia.
Y no sé nada de la creación más que
la inmunda suciedad que tengo encima,
las piedras de los rieles chirriantes
debajo de mis botas, y los cubos y picos
apoyados mucho antes de la entrada,
a salvo en la penumbra.
Luego mis orejas tropiezan con el río
mis ojos con las montañas.
Casi no recuerdas el nombre de las cosas que ves.
Refinería es un inmenso palafito repleto de aparatos,
por mitad clavado en la roca
y el resto, es increíble, sobresale tanto
en el aire, encima del río,
que todavía no entiendo cómo logre no derrumbarse.
A esta hora, sin embargo, detuvieron la maquinaria
y en el viento Chinook que desciende de los picos,
siento el inmenso susurro de los abetos
y el tamborileo conmovedor del pájaro carpintero
en los troncos, el tormento
que por hambre les inflige.
Pero nada se compara con el atardecer,
con su manera de llegar en diagonal en el viento.
De la oscuridad de estas cuevas, saliendo
contra la corriente de luz, un sentimiento,
un saber crece en el instinto de uno,
las primeras estrellas, las montañas,
hasta las manos negras, agotadas,
no eres tú, que al mirarlas, las haces ser reales.
Hace muchas tardes hablé de todo esto
con un ingeniero, quien me dijo:
la mayoría de las estrellas nos fueron ocultadas,
de lo contrario, la noche sería
una bóveda de luz deslumbrante,
como la salida de estas minas.
Un santo, un pobre hombre, un asesino
un minero, un payaso, un pionero.
Que alguien busque la manera de decirme
todas las vidas y muertes que no pueden ser
contenidas en un sueño mío.
Creo que si los muertos y los dioses no nos hablan
es porque no sienten la necesidad
de tener la razón.
Los ojos no son picos sino velas
en el viento del sol.
Texas
Cruzar II
Noche cerrada,
tu antorcha ilumina
parcialmente los Estados Unidos,
el río y el terraplén que lo contiene,
pero nada puede contra la oscuridad sin luna
de sus almas.
Tú pones a nuestra hija sobre tus hombros para cruzar mejor,
el círculo de la antorcha estampilla
en los dorsos vuestras sombras, como soldándolos.
Yo no me hubiera tenido que quedar mirando, asida
del filo de la cerca;
es terrible verlos vadear,
y ella volteándose y llamando mi nombre
sin ver mi rostro.
Te he dicho mil veces No te vayas,
son tan vacías sus palabras y es tan inmenso lo que nos roban
de sueños que cobra su alegría infeliz
con nuestro ascenso. Incluso cuando veo que patina
la camioneta de la policía fronteriza,
y el polvo del frenazo se levanta para tragarlos,
amarillo como una nube de azufre, sé que no quieres saber nada
de los mil amaneceres que juntos vimos engarzarse en el golfo,
en Heroica Veracruz, mientras me pides que lo vuelva a hacer.
Tú crees que es la universidad para nuestra hija la visión de una casa grande,
yo sé que es el gusano de algo que no tiene nombre
y que no está del otro lado del río.
Vermont
Avistamiento de un fantasma entre West Rutland y Florence
Una llamada en el corazón de la noche:
se bloqueó la caldera de un tipo en Chippenhook.
De vuelta tomo Whipple Hollow Road;
a mano derecha, la extensión de hierba alta y cañas,
luego la cantera de mármol abandonada.
La oscuridad es tan negra
que los conos de luz de los faros
parecen ser tan materiales y ligeros
que se podrían arrancar del auto y conservar en el sótano
para luego lucirlos en el jardín
y dejar boquiabiertos a los vecinos en Navidad.
Mientras pienso estas tonterías
más adelante, en la carretera, aparece
una luz iridiscente.
Me acerco, bajo la velocidad y la ventanilla.
Es una mujer de blanco
vestido largo
en su cabello un velo anticuado
con encajes, abierto en los hombros
y sin atar debajo de la barbilla.
El coche a paso de marcha, llego a su lado.
Un rostro delicado y distinguido.
Mientras sigue caminando,
instintivamente le pregunto desde la ventana abierta
¿Qué haces toda sola a medianoche en esta calle desierta?
Ella ni siquiera se voltea.
¿Puedo de alguna manera ayudarte? Insisto.
De alguna manera sé que me escucha.
La adelanto y detengo el auto unos metros después,
le abro la puerta y miro hacia atrás,
y es como si se hubiese disuelto en el aire.
No recuerdo cuánto tiempo me quedé
sentado en el coche, el motor al ralentí,
pensando cómo pude por un instante, mientras le hablaba,
olvidar la luz que irradia de su cuerpo?
Y me respondo Es tan bella
que de alguna manera la luz que emana
queda eclipsada.
Vi el rostro de una estrella que camina
despacio entre el martillo de la oscuridad sin luna
y el yunque de la tierra.
Y entonces ¿por qué no le dije esto?
una estrella no siente gratitud, no habla
¿por qué, en cambio, traté de ayudarla?
¿por qué le recordé su soledad?


















