Roberto Alifano
(General Pinto, provincia de Buenos Aires, 22 de septiembre de 1943). Poeta, narrador, ensayista y periodista. Su obra está traducida a diversos idiomas y ha sido distinguido con numerosos premios, entre los que se cuentan: Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía (1997), Premio del Círculo de Críticos de Arte de Chile (2003) y el Premio Pablo Neruda de Chile por su trayectoria poética (2003). Ha sido candidato además a los premios Cervantes y Juan Rulfo. Fue el secretario privado de Jorge Luis Borges durante los últimos años de su vida y con él publicó varios de sus libros, entre ellos la traducción de las fábulas de José L. Stevenson y los poemas de Lewis Carroll y Herman Hesse: «Mi amistad con Alifano es uno de los mejores hábitos de mi vida. Pero hay un Alifano poeta, un Alifano escritor. En estos tiempos en que los incoherentes esnobismos manchan la literatura de verborragia incontenible y pretenciosa, Alifano tiene el valor de proponer una lírica pura, donde la forma y el misterio son lo más original» (Jorge Luis Borges).
Obra poética: De sueños y caminantes (1967), Revoque grueso (1972), Haikus y tankas (1974), El espejo infinito (1977), Sueño que sueña (1981), Los números (1989), Donde olvidé mi sombra (1992), De los amigos (1997), Este río del invierno (1998), Alifano poesías (2004), El guardián de la luna (2005), Cantos al amor maravilloso (2006). De entre su obra periodística se destaca La entrevista. Un autor en busca de sus personajes (2012), libro que compendia algunos de sus encuentros con Victoria Ocampo, Nicanor Parra, Pablo Neruda, Ernesto Sábato, Luis Buñuel, Federico Fellini, Vittorio Gassman, Marcello Mastroianni, Aníbal Troilo, entre muchos más importantes personajes de la cultura universal del siglo XX.
Poemas de Roberto Alifano
Canto quinto
El buen tiempo del cielo abre sus párpados
y una ola serena es todo el mar,
todo el mar bullicioso
de sirenas que cantan a la luna.
Como esos duendes que acumulan reinos,
por detrás de mis ojos,
tu corazón es ya mis ojos que te miran
cien veces a ti misma
y el sol es un cristal que con orgullo
sonríe en tus mejillas.
Soñar y estar aquí,
contigo a mi costado dulcemente
en la infancia de un viaje.
Todo vuelve al origen,
el viento que no encuentra su destino,
las olas y la luna tantas veces,
todo el mar que es el mar
plural reflejo,
y en un desorden claro de gaviotas
su música de espumas.
Ah, placer de tu amor como una seda,
tus labios sin palabras,
todo el mar solo el mar,
el mar sediento,
que respiro en aromas de tu pelo.
Canto sexto
Nadie ha vuelto a encontrar aquel enigma
que envuelve los cipreses
a la hora en que el sol cumple milagros
y las hadas emprenden el regreso
cabalgando en la brisa.
En inquieto no estar,
el arpa de los vientos entona melodías
y despierta gacelas en las nubes;
de manera que en todas las tormentas
amanece una estrella
que olvidan los amantes presurosos.
Como luz detenida y en acecho,
un jinete maligno,
pertrechado detrás de la colina,
fatal ya nos apunta;
y tú, oh salvadora,
alborotas un canto de luciérnagas
que confunde al otoño.
Ovillando el desvelo,
inmóvil en la sombra, pero en vuelo,
me proteges, amor,
tú me proteges;
y en uno para el otro es el principio.
Muy ceñidos formamos esa patria:
donde yo soy la luna
y tú aquel manantial que la refleja.
Canto octavo
En casto corazón y dulcemente,
refugiado en tu pecho,
yo, náufrago en la noche,
voy adentro de ti como una música.
Podrán quitarme el aire,
el aire que respiro y es de todos,
jamás nuestro latido.
Tus dos ojos se hunden en la brisa
y rescatan mi sombra;
en tu mano la luz se hace ventana,
que hacia dentro ilumina,
cada vuelo que das es un rocío
de aromas deliciosos,
otra nube que nace de tu esencia.
Mi amor maravilloso,
es hora de recluirme en tu morada
y arroparme en tu pecho;
yo sueño ese país donde la pena
es un árbol sin prisa
aún más raro que todas las rarezas
y el prodigio este instante
que una estrella desciende hasta tus ojos.
Canto noveno
Hasta las escaleras cortadas por la lluvia
llegan voces de brisa;
todo el cielo se hunde en una nube.
Oh tierno cuerpo a cuerpo entre dos alas
cuando madura el alba
y un mago nos predice otro milagro.
¿Acaso queda contemplar las flores
que nacen en las piedras
y azules se disputan el invierno?
Sin pensar en la muerte,
amar es despojarse de los nombres,
caminar como un árbol,
inmóvil en las hojas y hacia adentro,
dejar de ser fantasma,
ser un astro pequeño entre las manos,
descubrir una estrella,
contemplar a la nada hecha dulzura,
tocarnos la raíz,
recordar el asombro de estar vivos.
Oh delicia de ti, toda en mis brazos,
y al soñarme yo en ellos
el mundo reverdece maravillas.
Sólo aquellos que aman
descubren la palabra
pronunciada por Dios al crear el mundo.
Canto décimo
Con ojos tristes de los prisioneros
que contemplan la lluvia
cayendo sin sonido sobre el mar,
el pasado es la hoguera
y el futuro un país inalcanzable.
No hay nada que retenga lo que amamos,
apenas un instante
es el sueño que adorna nuestros cuerpos.
Asombrando distancias
gocemos con los pájaros que viajan
entre nubes y lagos silenciosos
a la espera de un nido.
Partiendo en dos la noche,
inmóvil de quietud hay otro adiós;
este viento cercano,
que danza enloquecido ya en la sangre;
las rosas y los ríos
batallas del amor que sobre plumas
tendremos en el lecho.
Oh vértigo, caer en infinito
ardiendo apasionados
y rondando la carne tiernamente
torbellinos de lirios.
Mi amor, tú y yo, muy solos,
sin palabras,
vibrando en la campana de un alcázar
ahora en que nosotros
formamos inocentes esta rosa.
No te apartes de mí y en un instante
volaremos encima de las flores
hacia eternos lugares
que crecen entre furias desatadas
y el alba los saluda
con un canto de luna sobre el ala.
Dinero de bolsillo
No vengan con que soy apocalíptico.
Si estoy fuera del cielo no es mi culpa
(Eva y Adán tampoco son culpables
de que el propio Hacedor los engañara).
Soy apenas un pobre melancólico
que se atreve a enfrentar venalidades
de este mundo que ocurre irremediable
con causas y defectos sin remedio.
Las cosas son así, hay que aceptarlas.
La riqueza mejor está perdida
y la flor se marchita con la escarcha
cuando llega el invierno vengativo.
Condenado a vivir en esta cárcel
sin rejas aparentes por delante
y a viajar con mi jaula siempre a cuestas,
me disculpo ante ustedes, caballeros.
Les diré simplemente y en voz baja
que una brisa jamás me ha defraudado.
Yo soy de los que viven masticando
el pan de cada día y sus migajas.
Apenas con centavos y algún verso
que pesan al bolsillo un miligramo
me doy por satisfecho. ¿Lo demás?
Lo demás puro cuento y ambición.
¡Qué cosa más absurda nos sucede;
entre vidrios molidos que lastiman
pelear por una vida de apariencia
que no tenemos tiempo de vivirla!
Tanto empeño en un sueño
Hay música en mi alma al recordarte
que da color al aire que respiro.
¡Ah, el campo de tus labios rumorosos
naufragando en mis noches
como una bella bruja en su barca de cristal!
Sentado frente a un fuego que agoniza,
muy lejano y pequeño, resignado,
apretando los dientes.
apenas me distingo con el humo.
¡Ah, la infinitud de hace diez años,
que repite un puñal al corazón!
Nosotros de la mano y con un beso
pisábamos el mundo en una brisa
sobre puentes del Sena y del Moldava
sin inútil apremio de la hormiga!
Tu ternura, las horas de esos días,
la gracia de tu pelo que flotaba
sobre una catarata de perfume.
Y luego el asesino tan gratuito,
volando como águila al acecho,
bajando la colina disfrazado.
Y el adiós indeseado por los dos.
Haz llegado y te has ido danzando con tu aroma.
Y yo quiero morir en este instante
o caer
y caer
y caer a tus pies envuelto con tu alma.
Pero no. Como luz repentina en medio de la noche
Mi ternura se ofende y se resiste.
Tanto empeño en un sueño ¿Para qué?