Alfonso Carvajal
Ha publicado los libros de poesía “Un minuto de silencio” (1992) y “Memoria de la noche” (1998). Sus poemas han aparecido en Panorama inédito de la poesía colombiana (Procultura, 1986), en una antología bilingüe de poesía colombiana en la revista parisina Creacione y en una antología de Poesía colombiana (1931-2005) de la UNAM. Ha publicado las novelas “El desencantado de la eternidad” (1994); “Hábitos nocturnos” (2008); “La sonata del peregrino” (2012); “Ruega por nosotros” (2015) y “Una novela posible” (2021). Los libros de cuentos “Pequeños crímenes de amor” y “Jardines sin flores y otros relatos”. Y “Los poetas malditos: un ensayo libre de culpa” (2000).
POEMAS
POÉTICA
Un caballo furioso
cabalga lejos de la arena;
en el viento, la noche y el miedo
Una obsesión perpleja
hunde los dedos
en la mesa inexorable del tiempo.
Unas amarras cuelgan
en un pedazo de sueño,
mientras el espanto del espanto se aproxima.
Las palabras de otros taladran la memoria
y se unen a la voz pretérita,
como la transfusión de la tinta roja a la negra.
Una nostalgia única nunca dirá lo mismo
de la misma manera.
Un detenido rumor
en una página en blanco,
cabalga
bajo la lluvia inmóvil de la ira.
NOCTURNO
I
La noche imperturbable
entra inmensa por la ventana.
Gris, traza la tormenta del silencio.
Los perros ladran a la luna centinela.
Voces inesperadas caen de cielo,
o se levantan de las ruinas.
Son palabras, apariencias,
que la inexactitud del tiempo
cava frenética en la memoria.
IX
Una puerta se abre.
Una vida blanca y negra;
un hombre desierto
apurado por las llamas.
Otra puerta, en su superficie
hay leones y reptiles
tallados por el tiempo.
Un círculo derruido, a la intemperie;
en el centro, el hombre sueña
las cenizas de la vigilia.
Un trueno ilumina un río turbio,
que refleja un cielo malhumorado.
Un navío acecha sus orillas.
El hombre se embarca,
se aleja
en las aguas infinitas.
Otro lo ha soñado:
un fuego, un firmamento hostil,
los soportes de la muerte,
rodean el círculo detrás de la puerta.
LA LUCIÉRNAGA
Los tiempos banales
han desmitificado su misterio.
Una luciérnaga enciende su ojo
en mi mano tatuada por la luna.
Ayer, era una pequeña lámpara,
una divinidad intermitente:
un tributo a los dioses.
Hoy, es un insecto luminoso,
en vías de extinción;
olvidado por todos.
Su ojo es su corazón,
Su cerebro, de luz.
Rompe el silencio de la noche
y brilla con una electricidad antigua.
En el día pierde su ser,
duerme como una hoja más,
lejos de mi mano y la luna,
con su ojo cerrado de luz.
Siempre ha sido así.