Miguel Iriarte
(Sucre, Colombia, 1957). Licenciado en Filología e Idiomas de la Universidad del Atlántico. Especialista en Gerencia y Gestión Cultural de la Universidad del Norte. Magister en Comunicación para el Cambio Social de la Universidad del Norte. Poeta, periodista cultural, ensayista, gestor e investigador cultural. Fue catedrático de Teoría y Crítica Literaria de la Universidad del Atlántico y catedrático de Semiótica y Comunicación de la Universidad del Norte. Ha sido Director del Instituto Distrital de Cultura, Patrimonio y Turismo de Barranquilla; Secretario Departamental de Cultura y Patrimonio del Atlántico. Cofundador y co-director del Festival Internacional de Jazz de Barranquilla, Barranquijazz. Actualmente dirige la Biblioteca Piloto del Caribe. Es director-editor de la revista de investigación, arte y cultura víacuarenta, Co-fundador y director del Festival Internacional de Poesía en el Caribe, PoeMaRío y director del programa radial Radio Grafías de la Palabra. Ha publicado los libros de poesía: Doy mi palabra, Segundas intenciones, Cámara de Jazz, en edición bilingüe español / inglés, Poemas reunidos, antología personal y Semana Santa de mi boca. Es coautor del libro Historia del Jazz en Colombia. Y columnista semanal del portal colombiano Las 2 orillas; fue miembro del Consejo Nacional de Cultura.
Poemas de Miguel Iriarte
Batalla de tambores
Hay que hacer con el ritmo
lo que Bach hizo con la melodía
Max Roach
He recibido amenazas de amigos y vecinos
Y hasta de mi mujer…
Cuando suena mi casa
Con el cuero y los palos del Bebop.
Y sólo porque me encanta el sonido
Y la furia
De Art Blakey y Kenny Clarke
Y toda la negra ceremonia percusiva
De este señor que se apellida
Roach.
A ellos los envidio
Pero no se imaginan cuánto sufro
Toda la incomprensión que viven
Los tambores.
Los que no saben piensan que hacen ruido.
Puede ser. Quién sabe. Eso depende.
Pero es un ruido con nueces
Que le devuelve la lúdica a la orquesta
El que autoriza el swing
El que pone a palpitar un corazón
En el silente mundo de las piedras.
Ha sido Max
Quien liberó de las esclavitud
A los tambores
Les cambió sus papeles
Les dio una nueva identidad
Para que huyeran por el camino de la melodía
Como quien abre nuevos senderos en la selva.
Pasa con Max
Que a veces pienso que tiene un cerebro
En cada mano
Una y otra dialogan
Administran el set a su manera
Piensan distintas cosas
Se burlan, se respetan
Trabajan siempre juntas
Para un dios
El mismo que sopló el barro
Porque quería hacer jazz.
Pescado seco
Hay pescado seco en el agua
desde anoche,
Y eso significa que mañana es seguro que tendremos
Un exquisito salpicón de bagre ahumado en el almuerzo.
Mi padre lo ha traído bien envuelto en sus alforjas
Tres días de a caballo desde la ciénagas extensas
del San Jorge.
Y ha sido puntual en sus indicaciones
De cómo se habrá de hacer el preparado.
Yo trato de atender también a los detalles,
Pero en estos días he estado seriamente distraído
Desde que el lunes temprano llegó Beatriz, la prima,
Por primera vez sola de visita,
A pasar con nosotros una Semana Santa
Que será para mí de intenso temblor espiritual
y pleno goce.
Ella lo hará posible porque he descubierto
que es pura y se ríe bella
en una suave aura de gracia y sin malicia,
Cuando me ve asustado mirarle la entrepierna
Mal sentada y sin nada,
A causa de esta sofocación con la que Dios nos castiga en estos días.
Mi abuela le hace señas con los ojos violentos
Y ya ha empezado a gritarle entre susurros:
¡Niña, siéntate bien que se te ve hasta el hígado!
Y ella, apenas sonrojada,
Se acuñe tan tranquila la falda entre las piernas
Y sigue pasando sus bellos ojos negros
Por unos figurines anticuados que encontró
En una vieja maleta del desván.
Es pura sí. Pero ya sabe que el deseo es una locura
Y aunque no la he tocado
todavía
Sabe perfectamente que algo tendré que hacer
Para que no regrese triste a la ciudad
Sin poder contar nada trascendental a sus amigas.
Si ella se va feliz
Prometo que me pondré a rezar aunque no sepa.
Letanías para salvar el goce
Que no quede yo ciego si te miro esta noche con babas en la boca
al salir de la misa.
Que no pierda mis manos si te toco las nalgas cuando caminas muda
concentrada en tu hostia.
Que no vomite sangre si como carne humana cuando beso tus senos.
Y que no me atragante con un pedazo tuyo y se pudran mis dedos
porque te toco el cielo.
Que no pierda mis piernas si bailo con la luna mientras beso tu lengua.
Que no quedemos juntos, pegados como perros
si busco entre tus piernas la santidad que pierdo.
Reina de las vírgenes deja cerca de mí tu vaso espiritual
para beber por fin el agua que yo adoro.
Virgen digna de alabanza que se abalanza sobre mi torre de marfil
y la destroza para saquear mi despoblado reino.
Virgen clemente que me dona el descanso del cuerpo
y el perdón de la mente
para que no lamente cada paso que vivo.
Torre de David en la que guardo los secretos que no tengo
y los misterios que me agobian.
Virgen fiel que me espera con su rosa mística en su casa de oro.
Espejo de justicia en el que no nos miramos en su ciega balanza.
Trono de sabiduría en el que te sientas desnuda a las puertas del cielo.
Vaso de honor en el que bebe mi sed la sangre del cordero.
Arca de la Alianza para guardar el goce de tu amor y mi fe.
Estrella de la mañana que me indica temprano el regreso a la noche.
Reina de los ángeles y de otras lindas vírgenes que vuelan por mis sueños.
Cordero de Dios que pones en ascuas
tu carne y tu sangre
y no salvas mi mundo.
Espero que no tengas piedad.