Fabio Wasserman
Buenos Aires, Argentina. Estudió ciencias sociales en la Universidad de Buenos Aires. En 2020 se publicó su libro de cuentos El lado solitario del río (Editorial Corregidor), libro que fue traducido al italiano por la casa editorial Operaincerta con el título La sponda solitaria del fiume. Durante el 2023 fue presentado en Roma y otras ciudades de Italia. En la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires 2022 presentó el libro Qué haremos con la sombra (Ed. Corregidor). El primero de la colección de poesía En cuanto al futuro/ Poesía de hoy.
Ha sido invitado a la Feria Internacional del Libro de Perú (Huancayo) en 2022, 2023 y 2024, y al 30 Festival Internacional de Poesía de La Habana 2024.
Fundó y dirigió en 2008 la editorial autogestiva Del Subsuelo Editores, presidió la Sociedad de Escritores de Buenos Aires en CABA (Sep. Caba) hasta 2022 e integró el Servicio Paz y Justicia (Serpaj), organismo de Derechos Humanos del Premio Nobel de la Paz Adolfo P. Esquivel. En la actualidad integra el FEL (Foro de Escritores Latinoamericanos).
Poemas de Fabio Wasserman
Del libro Qué haremos con la sombra
No sé qué haremos con la sombra
No sé qué haremos con la sombra
al cuerpo
de a poco lo iremos olvidando.
En la corriente
los pies desnudos
arrugados como los flecos de la costa
las manos descalzas
la llovizna sedienta.
Los ojos ven pasar
la sombra
la piel
se arrastra sobre la piedra.
Nada dice
el barro
de la noche
se baña en el vientre de la orilla
las algas y la luna se agitan
sobre el lecho.
Pero el problema persiste
y es la sombra
¿Qué haremos con la sombra?
Al cuerpo, se sabe
de a poco
lo iremos olvidando.
Mi hermana pone flores
Mi hermana pone flores,
yo piedras.
Las voy a embalsamar, me dice.
Mis piedras ya lo están
encierran un alma
intacta.
Mi padre está debajo.
En la tumba
ya no puede decir
que es mejor.
En cada aniversario,
ella y yo lo visitamos
dejamos nuestro presente.
Mi hermana pone flores,
yo piedras.
Las piedras
ocultan lo que hizo,
las flores
lo que nunca jamás
hará.
Las flores de mi hermana
se marchitan en el mármol
las piedras
de mi memoria
permanecerán intactas.
¿Qué dirían si nos vieran partir?
¿Qué dirían si nos vieran partir?
Mis vecinos
se dicen cosas
miran detrás
de las cortinas.
(que nadie sepa mi secreto)
Mis vecinos
no miran la luz,
se hunden
en la plana circunferencia
de la tierra.
Piensan seguir hasta el final
pero es el tiempo el que los arrastra.
Mis vecinos y yo
también
vamos con nuestros racimos
y nuestras hojas de otoño
de acá para allá
siempre hacia el mismo lado.
Todo empezó en los brazos de mi madre
Todo empezó en los brazos de mi madre
a los pies de mi padre.
Él no esperaba nada de mí.
Moví las manos,
hice girar una rueda
que no fue a ningún lado.
Un círculo alrededor de mi cuello.
Cuando el sol cruzaba el patio
me apoyaba contra la pared
esperaba
que mi padre me mire.
El tiempo hizo lo suyo
noche a noche
un ratón
saltaba sobre sus patas traseras
me rozaba con su vientre.
Se ilusionaba
como yo con mi padre.
Mi padre nunca cruzó el patio
con el sol
Mi sombra quieta en las baldosas.
Un párpado cerrado
Un párpado cerrado
lo velado sin color
como un secreto.
¿Quién te trajo?
Mis labios secos
y mis ojos dormidos
no descansan.
El filo de tu piel
me espera lastimado
la soledad no llega.
El silencio
mi herida.
En el desierto de tu aliento
doy un paso.
¿Por qué vine a verte sin camisa?
Detrás de la ventana
Detrás de la ventana
la casa parece vacía,
el árbol se desvía hasta la tierra
el río
tropieza con la lluvia
la sombra
devora a las luciérnagas
y hace un arco con su luz.
El silencio hace equilibrio
entre los dos.
Mis ojos y los tuyos
aún siguen en la celda.
Estiro la mano
busco la salvación
y toco el fuego.
Abro el puño y suelto
lo que tanto apreté
un dolor prestado
más piedra
dentro de las piedras.
En silencio, tendido al consuelo
En silencio, tendido al consuelo,
encuentro adónde ir
una salida
siempre hacia abajo.
No pierdo la costumbre
cuando estoy solo trepo al árbol
y me alimento con manzanas,
les quito la piel
con mi navaja rubia
una serpentina se enreda en el aire
el adentro envuelto en el envés
mi piel debajo del abrigo.
Pero una hora sigue a la otra
como si nada pasara
el día y su luz piadosa
el acero en la carne blanca.