Mariana Suozzo
(San Justo, provincia de Buenos Aires, 1982). Actualmente vive en Ramos Mejía. Ha sido invitada a varios Festivales de Poesía: Ciudad Emergente (2009), No hay ciudad sin poesía (2009), Festival Internacional de Poesía de Bogotá (2012), Festival internacional de Poesía de Rosario (2013), entre otros.
Publicaciones: Mark en el espacio (Huesos de Jibia, 2007), Día tras día (Colección Chapita, 2009), Día tras día más Bonus Track (Ediciones Neutrinos, 2014), Cuando la forma del día desvanece (Caleta Olivia, 2016) Mark en el espacio y Día tras día (Ediciones Neutrinos, 2020).
Forma parte de las antologías: Poetas argentinas 1961-1980 (Ediciones del Dock, 2007), Última poesía argentina (Ediciones en Danza, 2008), Lo humanamente posible (El Fin de la Noche, 2008), 40 velocidades. Colección de poemas en bicicleta (Ediciones Neutrinos, 2014), El rayo verde (Viajero Insomne 2013 y 2014) y Los fuegos de Orc. Antología de poesía y ciencia ficción (Malón Malón Editores, 2015).
Poemas de Mariana Suozzo
De Mark en el espacio
Si en medio de la noche se dispersa el humo
y en la cama hay bichos bolita
o en el sueño arañas, si encendés la luz
y todas las habitaciones de la nave permanecen oscuras
el incendio puede pasar desapercibido
en la luz de otros fuegos
porque en el sueño hubo bichos y en la cama arañas
y muchas veces encendiste la luz y todo permaneció oscuro
pero nunca algo en tu habitación ardió
entonces te desplomás como un fruto maduro sobre la cama
sumido en vaya a saber qué sueño sordo
y un poema increíble comienza a crecerte en el pelo
se enreda cubriéndote por completo el cuerpo
y de pronto se hace el día y otra vez la noche
y luego el día y la noche sucesivamente, sin pausas
te ves como un astronauta espiando por la escotilla
la mirada fija en nada ¿quién otro ibas a ser?
¿el hombre araña? ¿la chica de la boletería?
fruncís el ceño, torcés los ojos y te das cuenta:
la alegría es una cosa extraña
en tu paseo por el espacio le escribís a tu amante
que continuás sintiéndote terriblemente solo.
*
Aquel verano había comprado un bote para cruzar el atlántico
lo seguiste porque ya estaba viejo, no era para tanto
a lo sumo daría algún paseo por el río
y se echaría al sol en algún pastizal de incógnito
(hay muchos terrenos abandonados cerca de las costas)
Un domingo, después de almorzar,
la abuela se recostó en la hamaca del patio
aprovechaste para amarrar el bote al auto
con la idea de que a los viejos hay que darles ciertos gustos
y lo llevaste a navegar; tu abuelo era flaco
pero tenía concentrada la fuerza en los brazos
el bote se movía sirviéndose de su impulso
la maravillosa tarde te dejaba medio estúpido; la quietud, el silencio
ese pequeño vaso de vino le había trastocado los rasgos
permanecía parado en el extremo del bote
para mirar antes el horizonte
orientaste tu cuerpo al cielo recostado sobre la carcasa de madera
que tu abuelo arrastraba por el río dibujando una rajadura en la corriente
de vez en cuando dejabas caer una de tus manos al agua,
pero como cuando alguien pincha un globo en una fiesta
y en un instante muy pequeño la dicha se anula
escuchaste chocar sus rodillas huesudas contra el tablón
enseguida se tumbó hacia un costado desestabilizando el bote
cayeron al río y la embarcación les quedó puesta como un sombrero
el impacto de su cuerpo al desvanecerse fue muy fuerte
lo sentías hundir sin reacción debajo tuyo, y arriba
buscaste el cielo a través del agua:
veías el sol en una explosión de luz borrosa
Ahora pensás en la nave desintegrándose sobre la ciudad
quizás desde la tierra vean algunos puntos incandescentes
una nube de humo y cenizas
que permanecerá en las alturas durante varias horas.
De Escritos por la anécdota
El perro se queja detrás de la casa
bendita es la hora en que las cosas se apagan
el pensamiento despojado galopa
sobre las torres de enfrente
el silencio es violencia de tercer grado
(una quemadura leve) ¿qué silencio
es criminal como el zumbido de una mosca?
un sonido leve y persistente
perfora cualquier sentido, la voz tiembla
disuelta –se olvida– hasta que una pared habla
mientras el resto permanece mudo
pronunciar la palabra rompería los ventanales
el coro afónico es una idea misteriosa
(se viene abajo como un castillo de crema)
la voz se alimenta de cantos ordinarios
bendita es la hora del silencio:
nadie es capaz de oír.
De Cuando la forma del día desvanece
Anoche en la terraza
sellamos un pacto de vida entre medianeras
el cielo atravesado por cables de tensión
nudos salvajes tejidos en red
que flotan en el universo
como nosotros en lo alto de la casa
acostados boca arriba
sucediendo en simultáneo con un barrio
que ignora que existimos
pero de alguna forma somos parte de esa atmósfera
nos acostumbramos muy rápido a lo que nos fue dado
el trabajo que hicimos para habitar es un recuerdo
y como si viviéramos la vida en rosa,
como si esa noche fueran largas vacaciones
y nunca más debiéramos bajar las escaleras
sentimos el aroma de la enredadera
nos dejamos llevar por esa manera
de crecer desprolija en el muro
por esa urgencia que tiene el verano
para duplicar sus hojas y extenderlas sobre la superficie
conectamos con esa forma de ser
para volvernos la copia de la copia.