Rafael Urrea
Guionista, director audiovisual y escritor colombiano. Premio Ibermedia de Desarrollo de Largometrajes 2007 por Los fusiles de Bulgaria. Coguionista del largometraje La mujer del animal del director Víctor Gaviria. Director del Diplomado Internacional de Dirección Cinematográfica Laudem EI, CUNY, SUNY New York, 2014. Director del Workshop Hispanavista del Fantastic Experimental Latino Theater New York, 2013-2024. Director de la docuserie Pedro y el sietecolores, Canal TRO-La Urbe, 2022, nominada a los Premios India Catalina Ficci, Cartagena, 2023; un homenaje al escritor Pedro Claver Téllez y el personaje más importante de su obra, el bandolero Efraín González. Director de la docuserie Bajo el tiempo. Memorias de Eduardo Cote Lamus, Canal TRO-La Urbe, Colombia, 2023. Autor de los libros: Palabras grises y otras cenizas (1990), Emperador invisible. Poemas al señor de Tlaxcoco (2000), País de cintas rojas (2004) y El caleidoscopio de Venus. Poemas de Tránsfer Cinema (2020). Director de la revista de poesía El Gato Naranja (1992-2000). Editor de la colección Los Cuadernos del East Village, Manhattan, 2020-2024.
Poemas de Rafael Urrea
Últimas fresas salvajes
Por una ciudad desierta Isak Borg camina en lo profundo del sueño, que es el deseo o una negra carroza anunciándose por la boca-calle, es el silencio de un hombre solitario; Isak escucha los caballos tratando de superar una lámpara que ya está apagada. Es un beso, nada más un beso, Sara.
En el despertar arriba de la luz, se vive en la muerte, estas son las últimas fresas para Isak, ya no recordará más a su mujer que ha partido, ya no pensará más en el reloj sin manecillas de su padre, despertar arriba de la luz donde resplandece el rostro de su madre. Sara volverá, ella volverá para despedirlo, y no podrá entender por qué ha dejado una canasta de fresas sobre la mesa. En lo profundo del sueño, el reloj te duerme, Isak, contra el goce profundo de la voz de las gemelas.
Sara, tus pasos que se van desvaneciendo, en lo profundo del sueño Borg Isak que recuerdas pacientemente el juramento, en lo profundo del despertar, Isak, sonido del reloj que te duerme y es sueño. Tú no lo viste, tú no viste el final de tu vida, tú no viste caminar hacia atrás la ciudad silenciosa, la ciudad solitaria, tú no viste a ese hombre volver a la vida, tú no viste la carroza ir hacia atrás boca-calle, sonido del reloj, despertar, Isak. —«Yo te quiero Mariane», escríbeme.
Para secuestrar a un tal Houellebecq
- Primero, fíjate, él usará una ropa acorde con la de un anarquista, la de un hombre común, su fragilidad se pondrá de manifiesto inmediatamente pongas su mano sobre su brazo y sus huesos sonarán como un tarro con semillas, así que mira bien antes de hacerlo, no sea que mueras en el intento.
- Cuando estés frente a él, no vayas a preguntarle qué ahorros tiene o qué políticos le conocen, porque él lo negará sistemáticamente con su cinta pegada en la boca; su mirada te provocará tanta lástima que decidirás quitarle la cinta mordaza y allí empezarás a perder tu batalla.
- Tráele cigarrillos, pero no de los ordinarios; él te reclamará por los que prefiere y, además, no podrá estar tranquilo si no le traes unas buenas botellas de vino español.
- Cuando le dejes solo con sus centinelas, cuida bien que ellos no tengan debilidad por la poesía; por si acaso, alguno de ellos le hará preguntas para mejorar sus versos subversivos y, por qué no, intentar escribir él también su obra.
- Los escritores no acostumbran dormir en camas duras, les atraen los lechos blandos y sus libros favoritos; unos tomos para sus lecturas no les vendrían mal; también, en este caso, deberías conversar con el secuestrado un poco todas las noches, para que no se ponga ansioso ni entre en estado de shock.
- La luz de la habitación es muy importante para sus lecturas, no lo dejes solo mucho tiempo, pues puede encontrar refuerzos, en un periódico o en una página del Marqués de Sade. Si tu madre está contigo en este delito, recuerda aclararle que puede gustarle la pornografía y también otras delicias.
- Celébrale el cumpleaños con una tarta para que no se sienta solo, pero trata de no contradecir sus opiniones, si le hablas de Howard Phillips Lovecraft; no intentes resumirle ninguno de sus relatos, pues él te llevará la contraria hasta intimidarte.
- Llévalo al sol cada mañana para que estire sus piernas, muéstrale que tus compañeros son unos muchachos amables, de buenas maneras y que admiras su obra a pesar de todo.
- Enséñale unas clases de boxeo, y deja que tu madre lo consienta; en la víspera él querrá que le acerquen una prostituta y se dejará llevar por sus encantos, sólo así demostrarás, que aunque le has secuestrado, muy dentro de ti habita una persona de bien.
- El día de la liberación recuerda llevarlo muy cerca de su casa, no vayas a olvidar darle un abrazo y pedirle un autógrafo, no sin antes solicitarle algunos consejos para un libro que has comenzado. Tal vez después de este secuestro, tú decidas también publicar un libro; pero eso sí, cuídate muy bien de lo que le dices y no hagas con él más diferencias, podría cobrártelas en su próxima entrevista, o esperar que tu libro o tu película vean la luz, para volverte pedazos.
En el espejo
La madre en el lavabo deja caer sobre su cabeza cristalinas formas de agua.
Habla Alexei, el niño que ve en silencio la soledad de su madre en una vieja cabaña:
- Un pájaro blanco pasa velozmente frente a mis ojos.
- Donde los árboles danzan al ritmo del viento que amenaza tormenta.
- Donde un granero se quema. Donde los niños se detienen temerosos en la puerta a mirar el fuego levantarse enorme frente a sus ojos.
- Donde las hojas de los árboles parecen venir a marcar la despedida, el viento hace que se escuche el rumor perdido de las ramas que se quiebran.
- Yo reposo en la infancia perdida, donde dos pequeños niños felices saborean leche sobre una mesita de madera. El fuego permanece, llueve inclemente y llora también en las mejillas de mi madre.
- Y la casa se cae en pedazos como el agua sobre el cuerpo de mi madre desesperada. Es el fuego y el agua.
- El agua corriendo sobre el espejo donde se mira y ve más allá de su belleza a una mujer espectral.
- Donde vino mi padre a estar conmigo la última vez. Entre los altos pastizales verdes y rojizos, veo a un hombre caminar con su vestido impecable y su maleta en la mano izquierda.
- Mi nombre Alexei –Ignat Daniltsev-, el soldado niño, que entrenó también su puntería, una sombra negra al paso de mi casaca.
- Donde leo perfectamente sobre la guerra, sobre la separación de las iglesias y el destino prometido.
- Mi madre sentada para siempre frente a la cabaña, viendo como se mecen las ramas de los árboles, mi madre en el lavabo deja caer sobre su cabeza cristalinas formas de agua.
- Donde viene el cuerpo flotante a remover la memoria, el olor de una fruta o la madera dulce de un lugar de la casa.
- Donde el vaho que deja un objeto circular desaparece lentamente.
Fémina clown
Gelsomina y Zampanó ¡los esperamos! a la entrada de la aldea invisible hay un espacio para el carromato y esa ruidosa motocicleta.
Siguen despertando a los niños todos quieren alcanzar al hombre más fuerte del mundo y su sonoro redoblante.
Ven en tu silencio, camina con nosotros cuando quedemos atrapados por el sonido del viento ante el campo abierto.
Música de flautas y platillos, ella entra tocando su trompeta.
En este poema su magia no está prohibida.
Señoras y señores:
Ha vuelto con su atuendo de Clown para ustedes esta noche: Giulietta Masina.
El proyector se apaga, también la luz en la sala, es hora de un punto (.)
Un lugar en el deseo
Con su rostro cansado del licor y los días, en medio del cielo rojo quiere saber su verdad. Es una especie de cowboy que ha olvidado su vida y puede ver entre el rojo de la tarde, los ojos de su hijo.
Ya no lo verán ajustándose su sombrero frente a los reflejos de las copas. Pero su memoria que retorna lentamente, sí tiene un lugar. París, Texas, un lugar en el deseo.
Travis busca encontrar en una cita imposible a su amor perdido, mientras su hijo espera la felicidad en el área de parqueo.
En las cabinas de compañía, las soledades se entrecruzan, llenas de ansiedad, deseo de amor y hastío.
Esta vez será el comienzo de otro viaje, el lugar imaginario queda en todas partes, o en el centro del desierto que habita el corazón.
La muerte juega al ajedrez con Antonius Bloch
El Caballero, que junto al mar se encuentra con el extraño personaje del manto negro, no presagia que vientos trágicos vienen con las nubes. Le ha retado, y él, Antonius Bloch, juega al ajedrez con la muerte.
En el claro del bosque no se distingue entre la canción de un comediante y la de un gallo, los juglares viven en gracia en el campo, comen fresas y beben leche. Es un demonio feliz el que toca el laúd y una bella dama vestida con traje de bufón, acompaña la canción con un tamborcito. Y allí sostenida sobre la rama de un árbol, la máscara de la muerte.
Y es la sombra negra de la peste, el anuncio de una procesión con una pesada cruz seguida de flagelantes y enfermos. Se escuchan rezos y llanto, mientras de los incensarios salen nubes que lo llenan todo. El bufón demonio, mira asombrado el paso de los monjes cubiertos hasta la cabeza con sus túnicas negras y los látigos que suenan mientras todos caen de rodillas y lloran.
Antonius Bloch y el escudero Jons le han propuesto a los juglares viajar por el bosque y huir de la peste, mientras Plog el herrero feliz, enloquece. Su mujer, ha decidido cambiarlo por el sonido del laúd y el tambor. La muerte con su capa negra, aparece para llevarse al comiquillo.
60 Es el cielo un manto de espesa oscuridad. Soldados del rey arrastran la carreta de la muerte, una mujer sostenida por lianas, ha sido condenada porque habla con el diablo.
—Habla, con el diablo (Eso dicen)
—Antonius, ella está ya vencida, ella desea la muerte y confía que cuando sea sometida a la hoguera no arderá como los demás.
Y es la sombra de la peste que se los lleva a todos, la sombra que anuncia que cuando regrese vendrá por Antonius y los que estén con él.
Ahora ascienden una montaña, se toman unos a otros de la mano, parecen cuervos alzando vuelo.
Los juglares cantan, tocan sus tambores y flautas, no se han dado cuenta que son eternos.