Revista «Ulrika 71»
Revista Ulrika 71
Editorial
Para leer con Street fighting man, por Rage Against the Machine…
Por definición la universalidad de un poeta se cimenta en la amplitud de su ámbito espiritual. Y en todos los tiempos existen imperativos académicos, económicos, cívicos y sociales que, paradójicamente, van en contra de esa amplitud. Esa actitud espiritual debe sortear los límites de acción y de pensamiento que dichos imperativos le imponen, ya que el vuelo del pensamiento y la sensibilidad de un poeta deben visitar hasta aquellos rincones oscuros o maravillosamente luminosos entre los que se desplaza la experiencia humana, y que podrían ir desde la abyección hasta la más intensa inmersión mística. Acracia o anarquismo en aras de la asunción plena de un amor indeclinable por la condición humana, tal exigen de suyo la poesía y el arte.
Desde estas perspectivas se ha venido construyendo, a partir de su primer libro, la obra de Juan Manuel Roca. A contracorriente de las exigencias de ese bienestar que si bien nos permite ascender en todos aquellos aspectos que garantizan la felicidad ecuménica que aplaude todo conglomerado humano: el arribismo social, el éxito financiero, la estabilidad laboral, el aplauso mediático y cosmético de una vida ejemplar, no es extraño que el poeta incomode y se incomode. Se dirá que qué sentido tiene la elección de un camino tan azaroso y el mismo poeta se lo repite a sí mismo en su día a día. Y su respuesta de seguro estará soportada, repetimos, por el ejercicio indeclinable de una conciencia intranquila por la suerte y la existencia de los otros, tan cambiantes, tan distintos, a veces tan conformes, pero siempre y al fin y al cabo tan desamparados. Y así vaga por todos los caminos posibles, a sabiendas de que hasta en el pellejo del más afortunado de los hombres existen zonas donde vicios y virtudes, caídas y monstruosos insectos como los de Kafka, conviven y atormentan al ser.
En este punto deja de ser un lugar común aseverar que el poeta y la poesía acompañan. Es su deber, su compromiso para con todos (sin promesas de nada, sin otorgar algo que suene de alguna manera en los bolsillos o repercuta en las iglesias). Véanse desde esta perspectiva lo que sugieren de manera cifrada, los títulos de algunos de sus libros: Pasaporte del apátrida, Biblia de pobres, El ángel sitiado, Cantar de lejanía, Las hipótesis de nadie, Teatro de sombras con César Vallejo, Los cinco entierros de Pessoa, Lugar de apariciones, Luna de ciegos, Ciudadano de la noche o Señal de cuervos…
Quien quiera podría decir que, con tantas cargas y con tantos distractores frente a virtudes, mesías, gestas heroicas, prometeos o partidos, el poeta anarquista no viene a ser más que un estorbo para el anhelado y pareciera ya tan cercano consenso monolítico, lapidario e inapelable estado de cosas que venimos gestando… Mas, en contra, no es justo perder de vista el hecho incontrovertible de que en la historia del corazón humano, cuando las cosas son insostenibles y hay que arriesgar la vida por una causa justa, los anarquistas – y más los poetas – son y serán los mejores y más entregados compañeros.
Conscientes del legado de Juan Manuel Roca, numerosas voces hablan aquí de la valerosa insumisión de una poesía en la que se refrenda que, si “la incomodidad hace al poeta”, el incomodar hace a la poesía…
RAFAEL DEL CASTILLO, Ulrika 71 en 2022.


















