Sergio Abaldi
Poeta, escritor, fotógrafo y performer argentino. Profesor de lengua inglesa, incursionó también en las carreras de filosofía y letras y bibliotecología, pero harto de las estructuras académicas abandonó esos estudios para repartir su tiempo entre la poesía y un trabajo de oficina que le permitiese un ingreso mínimo. Merced a lo novedoso de su estilo poético en diálogo con sus fotografías, sus libros resultaron objeto de estudio y disertación en colegios y universidades de varias partes mundo. Paradójicamente este hecho lo devolvió a los circuitos académicos, claro que ya no para encorsetarse en los programas de estudio sino para exponer sobre la construcción de su propia obra. Se dice de él que nació en el siglo XX, frente al puerto de la ciudad de Buenos Aires, en el ya desaparecido Hospital Ferroviario. Se cree que aún vive. En relación con su polifacética obra se dice mucho más. Por ejemplo, que su bibliografía consta de dos antologías y seis libros personales publicados en los que se ejerce la propuesta de una «suite foto-gramatical»: Argentina y sus escritores. Antología nuevos poetas (Nuevo Ser, 2003), El eterno grito de la existencia. Sentencias viscerales (Nuevo Ser, 2004), El eterno grito de la existencia. Sentencias viscerales II (Centro Cultural Borges, 2007), El eterno grito de la existencia. Sentencias viscerales III (Centro Cultural Borges, 2011), El eterno grito de la existencia. Sentencias viscerales IV (Centro Cultural Borges, 2013), 43 Poetas por Ayotzinapa. Antología (Edición Digital, Ciudad de México, 2015), El eterno grito de la existencia. Sentencias viscerales V (Centro Cultural Borges, 2019; Ed. Colección Sur Editores, La Habana, 2024), Elena y el volcán. Antología poética homenaje a Elena Garro (Novelungos de Rucio y Caronte-Cía. Mexicana de Arte & Cultura en el Mundo, Ciudad de México, 2022) y El eterno grito de la existencia. Sentencias viscerales VI (Ediciones Independientes, 2022).
Poemas de Sergio Abaldi
***
Si existiese «Eso» que no conocemos…
que ni siquiera sabemos que ignoramos
pero intuimos que desde las sombras
jala riendas de domador,
entonces ese «Eso» que no conocemos
promulgó la era de vértigo neuro-hipnótico y adormecedor.
Así brotó la precoz eyaculación neuronal
y esta etapa de contemplación raquítica,
de comprensión y de entendimiento lineal.
Tiempos en los que el pensamiento reflexivo
debe valerse de cierto embrujo
que busque en algún lugar remoto de la memoria
para que apenas pueda asomar por fuera
de esa conexión psico-interactiva
en la que el nervio quedó cableado
a un dispositivo de subyugación
que moldea, cosifica y expele seres
reaccionantes ante un estímulo que festejará
copulando con sus mentes para engendrar
aquello que nunca jamás sucederá.
Puesto que eso fecundado, en cuanto asoma,
sabe almorzarse a sí mismo para que, paradójicamente,
este andar, ávido de nada, sí siga sucediéndose
en el imaginario del «Nadie» provisional
que dice habitar el mundo real.
Pero claro, para que esto ocurra
y no fuera sólo cosa circunstancial,
ese «Eso» del que nada sabemos, hubo de iniciar primero
una sistemática tarea de demolición cerebral.
Particularmente, entre otras cosas,
instalado fue un nuevo estilo de pánico,
una nueva manera de aprensión.
Un miedo a no conquistar ese «Algo aquello»
que no existe ni existirá…
Un no «Algo» al que a la vez
se enseñó a desearlo como un sí «Algo»,
que imponga la esperanza para que sea,
aunque intangible, un «Algo» esencial.
Completa este esquema de psico-dominación
un «ilustre» info-tecno-show
que con espurios y financieros intereses
sin pausa martilla el sistema nervioso
de un hombre roto por esa neo desesperación,
quien por el desfondamiento de su intelecto y razón,
mutó en un ser de psicofármacos babeantes,
víctima de ese siniestro método de depresión.
Me pregunto qué rumbo tomaría este fraude
si tuviera que forjarse en ese mundo inconcebible
del que Joseph Conrad habla en una de sus novelas
cual metáfora de transparencia y aclareo.
Un mundo en el que no existe
ni la esperanza ni el deseo.
***
Aquí,
¡sí, aquí!
de este lado del cielo
hasta las estructuras más firmes están enclenques.
Estimar reparar todo esto es una tarea de antemano infructuosa.
Si es que nacimos…
nacimos rotos,
de cerebros lisiados,
en plan de desarrollo,
ignorantes de los silenciosos estallidos de equilibrio…
¡No puede el pensar
ser un ejercicio
institucional!
De este lado
cada movimiento deja una huella
con pretensiones de adentrarse
en la continuidad del tiempo.
Todo ha de tener un porque
y simplemente componemos un episodio ancilar…
una realidad cinematográfica.
Deberíamos vestirnos desnudos de nosotros
e intentar empezar de nuevo.
Pero qué cosa comenzar…
y cómo.
De este lado del cielo
los inicios siempre fueron sospechados.
De este lado sólo se sabe de finales…
Y aquí, los finales, son lo único continuado.
***
Quizás del otro lado,
del lado del reverso del cielo
late un mundo inédito.
Donde los compases de espera
son los sonidos de la música,
donde ruge lo que nunca ha sido oído,
donde se erige lo que jamás fue visto
y existe aquello que nadie pudo sentir ni tocar…
Nada más cercano a la armonía
que la sabiduría sin sabios.
***
Tal vez haya que invertir la coreografía de la vida…
No plantar árboles,
no escribir libros,
tampoco hijos tener
y demás apéndices de lo táctico cotidiano.
Tal vez haya que aprender a aprender
que debe el hombre quedarse sin el hombre,
a soltarse de sí…
En definitiva es a lo único
que realmente estamos agarrados.
Alguna vez tiene que llegar el instante
en el que en esta eternidad,
el hombre descanse del hombre.
***
Puede que esté aquí,
entre nosotros,
merced a la voluntad originaria.
Pero la voluntad originaria
reposa en una sustancia de la cual nada sabemos.
Por eso, puede que aquello que aquí esté,
entre nosotros,
nada más sea un boceto de mí…
un yo que no conozco.
Si es así, entonces sí
vale creer que esté aquí,
entre nosotros,
aunque en verdad nunca me traje.
Me dejé allá lejos,
fuera de todo presente o posible futuro imaginado.
Me hice y deshice en los límites
de pertenecer a un solo y único instante…
(Me sucedí entre paréntesis)
Como algo que crece a la sombra
fui tiznado por una oscuridad
que como toda oscuridad
se guarda y en sí permanece,
agazapada, con la certeza latente de saber
cuándo, cómo y dónde se debe amanecer.
Tuve que inventar mi vida en silencio,
al costado de los guiños cotidianos
y en escenarios carentes de escenografías
anidar siempre el esfuerzo inconmensurable
para vertebrarme en algo que me interese.
Bajo la luz de la noche eterna
hube de domar el miedo,
cabalgar el dolor
y cuando pude acariciar la angustia
supe que el hecho de actuar aquí,
entre nosotros,
competía en diluirse con el resto
o del resto distinguirse.
Yo no elegí ser llevado a los extremos.
Yo no tuve la culpa
que el Caos me apadrine al nacer,
que en los abismos me hiciera mirar…
me hiciese ver.
Cada hombre es una isla,
un inhóspito lugar.
Son pocos los que se atreven allí a rena-ser,
a destinarse en soledad morar.
Por lo tanto ya no acarreo dudas,
comprendí que el boceto
de ese mí en este yo
se forjó en un camino puro.
Sí, del lado del mundo ilusorio,
en paralelo, por debajo
y a fuerza de sin compañías…
Por el borde no se camina de a pares.